viernes, 11 de mayo de 2018

Romanticismo

Mrs. Malaprop
Lincoln Center Theatre


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La igualdad es una ideología, y como tal, falsa. Por eso en la Historia, siempre que se ha intentado imponerla, ha sido a palos.

Para los forasteros, en España no hay otra Carmen que la gitana de la novela de Prosper Mérimée, sin reparar en que la secretaria de Igualdad del partido de Pedro Sánchez también se llama Carmen, es de Cabra, Córdoba, y dice cosas más gordas:
Hay que acabar con el estereotipo del amor romántico, que es machismo encubierto –dice Carmen Calvo.
Ni romanos (de Itálica) por fascistas ni románticos por machistas.

Lorca creía que a Góngora, cordobés como Carmen Calvo, no había que leerlo; había que amarlo.

Los gramáticos no admiten la revolución gongorina, como los beethovenianos dicen que la música de Claudio Debussy es un gato andando por un piano.
La fetua calvina contra el romanticismo es un gato andando por un piano, que siempre es el de los pobres.

¿Qué significa acabar con el estereotipo del amor romántico? ¿Es que los padres ya no vamos a poder quitarles los novios a nuestros hijos?
Un libertino como Bertrand Russell (“Si alguna vez llevas una chica a un hotel y notas que el recepcionista sospecha algo, haz que se queje en voz alta: ‘¡Es demasiado caro!’ Así él pensará que es tu esposa”, fue su consejo al profesor Sidney Hook) concluyó que el amor romántico es la fuente de los más intensos encantos que la vida puede ofrecer. Russell había despachado el asunto de la igualdad con un jeribeque estadístico: “Si usted es hombre, puede decir que la mayoría de los científicos son hombres; si es mujer, puede replicar que lo mismo sucede con la mayoría de los criminales”. En cuanto al matrimonio, impulsado por la Revolución francesa como resultado del amor romántico, el filósofo salió en apoyo del principio de la señora Malaprop (que parece ser el de la señora Calvo) según el cual, puesto que tanto el amor como la aversión se desgastan durante el matrimonio, es mejor por lo tanto comenzar con un poco de aversión.