Francisco Rodríguez y Jaime Ramos en el Almería. Ayer
Francisco Rodríguez y Jaime Ramos en el Lugo. Hoy
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Final de Liga en Segunda y cataratas de rumores sobre trapicheos, favores debidos, amores antiguos, paisanajes, deudas pendientes... para mercadear la permanencia y apalancar el puesto de la liguilla de ascenso. Soy aficionado fiel y reconozco que siempre me ha incomodado la hipocresía de los escandalizados por las primas ofrecidas a terceros... por ganar. Quiero decir, que el Córdoba prime al Tenerife, al Numancia, al Reus y al Rayo por ganar al Albacete, Cultural, Alcorcón y Gimnástico de Tarragona y que todos los apurados que acabo de señalar, más el Zaragoza hagan lo mismo con el Spórting de Gijón para que nos gane a nosotros no ha de molestarnos. Lo perseguible por verdaderamente delictivo es amañar un partido y dejarse ganar para que el contrario de manera fraudulenta y deshonrosa alcance el puesto que otros merecen por disputar los suyos con todas las de la ley.
Una situación que me parece inteligente y nada reprochable es pactar el empate beneficioso para ambos, caso del Celta-Córdoba de hace unos años que supuso el ascenso directo de los gallegos y el punto necesario para que el Córdoba jugara la liguilla o aquel “¿escandaloso?” 0-0 en Alicante, conforme el decir de J. Mª García, en un Hércules-Burgos, que dejaba a los dos en Primera.
Lo escandaloso es “salir a perder” por precio o por amistad y de lo primero es de lo que se acusa a los protagonistas del domingo en El Alcoraz y de lo segundo sospechan unos cuantos desconfiados en Córdoba que pasará en Lugo, pues “..no en vano -cabecea el cordobesismo- Francisco es almeriense y ha sido entrenador y jugador desde cuando el Almería era el Poli y no la Unión Deportiva Almería”. En Lugo tenemos nosotros al portero J. Carlos, Fede Vico y uno de los hermanos Cruz, Bernardo, que imagino llevan en el corazón los colores blanquiverdes. Cierto. Semejantes cursiladas ya no se llevan.
De todos modos todo lo que acaban de leer como si no lo hubieran leído, porque un servidor, que como les tengo dicho se junta, como el Kiko Veneno, con todo tipo de delincuentes, tiene escuchado de lenguas veraces que en equipos de bajas categorías hay jugadores apostadores con contactos que obtienen sobresueldos desde remotos países gracias a su “sabiduría balompédica” y a cierta pericia en el “trapiche ”, que por si no lo saben es el molino propio -el equipo- del que se aprovechan las “escurriuras” en las faenas de fin de semana. Hay guardametas a los que se disculpa por ser de Tercera cuando les cuelan goles como al “pobre Karius”, y puede ocurrir que dos elementos de cada equipo trapicheen diez corners en la segunda parte a favor del equipo visitante con un beneficio de tres euros por uno. Sin ir más lejos, mi chico y otro, hace quince días en Vallecas apostaron entre los dos diez euros por el triunfo del Córdoba y sacaron para pagar una cerveza a cada pasajero del autobús en el que viajaron.
Lejos de mi intención navegar por terrenos pantanosos, pero a mí esto de las apuestas me tiene en fuera de juego y a veces pienso que el nuevo vicio, caramelo para mafiosos, puede convertirse en el mayor enemigo del fútbol. ¡Cómo echo de menos aquéllas románticas primas por ganar partidos difíciles con las que un central cordobés de los 70 compró un piso, o a un jugador del Sevilla se le cascaban los billetes de mil pesetas cuando los fue a sacar del congelador!