Hughes
Abc
En las últimas horas asoman las españolidades. Se ve en algunos barrios, como manifestaciones espontáneas. Un vecino cuelga la bandera, otro le imita. También hay otras formas, distintas: la extraña y belicosa despedida a los Guardias Civiles (el oé oé es futbolero más que falangista) o el “escrache” a Podemos. Esto ya da la excusa para que se hable de la ultra derecha, el fantasma de la ultra derecha.
Pero ha habido otra forma de españolidad que me ha llamado la atención. El PP ha pedido una jura de bandera masiva y ha lanzado un vídeo-campaña sobre la celebración del 12-O en Madrid. El vídeo era insoportable. Música cursi como de programa de Bertín para un minuto largo de supuesto amor a España basado en el gol de Iniesta (con voz de Manolo Lama), el Mundial, e imágenes superpuestas de celebraciones futboleras y otras de fiestas nacionales en EEUU y París.
Un conductismo pavoviano para tontos de remate:
París.
¿Lo ven? Es fácil.
Es decir: busquen el recuerdo más cercano y burdo de sentimiento “nacional” que recuerden y transfórmenlo en la fiesta nacional más digna de imitar. Sin más. ¿Pero qué tiene Estados Unidos que nosotros no tenemos y que hace que sus fiestas nacionales sean tan distintas? ¿Y qué quiere hacer el PP del 12 de octubre? ¿Qué españolidad, que no haya salido ya, es necesario instar? Llevan años no sólo soportando el “procés”, sino “en” en “procés” y ahora no es el momento de inflamar emociones, sino de hacer su trabajo. Asumir sus responsabilidad.
Se ponen detrás de los jueces, se ponen detrás del Rey y ahora se pondrán detrás de la bandera. Ese vídeo no consigue nada, salvo nuclear la emotividad de algunos alrededor del PP (ah, el populismo; ah, las emociones…). ¿Realmente es el momento de sacar a la gente a la calle? Pero más allá del momento elegido, ¿qué idea de lo nacional tiene esa gente? ¿Un gol de Iniesta es todo lo que se les ocurre? ¿La nación es lo que se manifiesta en la Cibeles? ¿La Liga del Calderón? ¿Es el Madrid de Florentino? ¿En esto ha acabado, en este rebaño marca España con Nadal subido a un Rocinante y un triunfito haciendo de Sancho? Además de la pobreza cultural absoluta, y de una planicie que desespera, esto es una tomadura de pelo.
La nación es otra cosa y no la insta el PP. Está por encima del partido. ¡Aquí aparece el problema! El partido convocando a la nación. Es al revés, debería ser al revés. La nación no es lo que se manifiesta en Cibeles, ni debe ser instada por la trompetilla de Génova para ser metida en autobuses por un bocadillo de chorizo.
El PP convoca una españolía de partido, basada en la nada futbolera y en sus bardos inútiles del constitucionalismo –de los que se descojonó ayer el ridículo Albert Pla–. Lo que tiene que haber es una libertad superior para la manifestación real de la nación. Y que cada cual sienta y exprese su españolidad o su absoluta ausencia de ella. En Madrid, en Vizcaya o en Barcelona. Lo que está pasando debe mover a una reflexión mayor, no a meter la nación por el ojo de aguja del PP.