"Faustino Herranz, El Rosco, aficionado distinguido del Tendido 7..."
Ni El Rosco podía llegar a más ni la Plaza de Madrid a menos
Hitos taurinos de El Rosco: sacar el pañuelo verde a Bastonito, pedir orejas para Conchi Ríos
(¡Ah! Y Pablo Motos, Premio Nacional de Cultura)
José Ramón Márquez
Hoy tocaba el segundo desafío, el de los Palha y los Hoyo de la Gitana, pero el genuino desafío, el desafío a la inteligencia, ocurrió cuando entras por la Puerta Grande y una señorita de gran amabilidad te entrega el programa oficial número 58 y ves allí estampada la caricatura del afamado expicapedrero de Guadalix que atiende por Faustino y que en la cosa taurina es más conocido por su alias de “El Rosco”, al que en ese mismo programa se etiqueta como “aficionado distinguido”, que a saber lo que las huestes de don Bernard Domb entenderán por distinción. En ese hombre pretenden personalizar los mandaderos del señor Domb “el reconocimiento a la pasión por la tauromaquia de todo el público de Madrid”, y por ahí sí que no paso, que a mí no me ponen al Rosco a representarme ni cuando reparte solícito pastelillos siete arriba siete abajo, ni cuando se aposenta en el callejón en el burladero de la Autoridad Gubernativa, ni cuando sus vítores otoñales a Conchi Ríos, ni cuando pasea por la rotonda del Palace embelesado con algún bel-canto. Puestos a elegir, uno ha sido siempre de Juanito Parra y de la humildad de sus caramelos SACI, en el último lugar de la última fila de la andanada 8 donde aún está su azulejo que, imagino, aprovecharán para tirar a la basura con las obras que nos amenazan de manera inminente. Lo de Faustino digo yo que será la contraprestación de Donsimón a cambio del road-show que le montaron en Casa Patas donde se presentó con la chapa esa encarnada de que nada es importante si no hay toro y con un saco de embustes de alta expresión.
Bueno, pues tras la mofa a costa del susodicho nos disponemos a contemplar la salida al ruedo de Saltillo, número 665, de Palha. Palha es uno de los grandes enigmas de la ganadería, pues es tal la mezcla que con el ganado han hecho sus propietarios en uso de su legítimo derecho, que no hay quien se atreva a decir cuál es el tipo y las hechuras de esa casa, que tiene antigüedad en Madrid desde 1883, cinco años más antigua que Pablo Romero. Bueno, podríamos decir que su seña de identidad es lo heterogéneo en lo morfológico y lo encastado en la parte del comportamiento. Sin ir más lejos, este Saltillo que salió a romper plaza era de cierto aire miureño, largo agalgado, zancudo, muy serio y hondo, muy poco a propósito para el toreo contemporáneo por sus hechuras y de presencia muy grata para el aficionado e inquietante para el torero. El toro fue por tres veces al caballo a recibir los lanzazos que le pegó Daniel López y todavía habrá quien se queje del juego del animal, con las trazas que presentó el varilarguero y las mañas que demostró. Luego, después de un segundo tercio para el olvido, le tocó a Rubén Pinar intentar llegar a algo con Saltillo y la verdad es que no hubo argumentos dignos de reseña, acaso que aún conserva Rubén Pinar algunos modos que evocan a Julián de San Blas, de quien le nombraron sucesor hace ya mucho, mucho tiempo. En el haber de Pinar pongamos de manera especial la serenidad con que aguantó un espeluznante derrote de Saltillo que hubiese dejado sin respiración a unos cuantos que yo me sé, incluido el de San Blas. Mató muy feamente.
Luego, ya metidos en harina, salió a ese ruedo de arena de miga de Las Ventas, permanente homenaje del toreo al gremio de la construcción, el primero de los del Hoyo de la Gitana, un saltillo bastante más asaltillado que cualquiera de los tres de Moreno Silva del domingo anterior que atendía por Granjero, número 33 al que Pedro Muñoz le pegó como si le debiese dinero en las dos acometidas al jaco que protagonizó. Con este toro Javier Cortés dio su primer toque de atención en lo poco que duró el toro: una forma torerísima y muy decidida de abrirse con Granjero hacia el tercio y una excelente colocación y remate en la única serie de redondos que el animal se tragó antes de pararse. Luego el animal decidió que no le merecía la pena ponerse a embestir, como el Bartleby de Herman Melville, “preferiría no hacerlo” y así obró, por más que Javier Cortés trató de plantear otros modos acortando distancias, donde algunos vieron que ahogaba la inexistente embestida del toro. La cosa es que cuando lo despenó con un pinchazo y una estocada desprendida, ya estábamos deseando que saliese el quinto, que las tres o cuatro cositas de Cortés habían puesto la miel en los labios.
En tercer lugar y para su lidia y muerte a estoque por Gómez del Pilar salió Asustado, número 656, de Palha, que fue saludado con una ovación de la cátedra. De las tres veces que acudió al penco, la primera derribó, propiciando un deleznable espectáculo de los monos metidos a recortadores, y luego recibió dos puyazos sobrios y de buena colocación de “El Patillas”. Para el tercer puyazo Gómez del Pilar lo dejó en suerte de manera muy lucida con una lopecina. Luego, tras una buena brega de Iván Aguilera, principió su labor muleteril, como decía Matías Prats, puesto de rodillas y ahí estuvo hasta que tocó ponerse en pie. La parte en pie fue larga y sin mucho sentido, tomando sus ventajitas, como todos, y sin decir nada ni provocar un ¡ole! en los tendidos. Entre los que dio con la derecha y los de la izquierda se fue pasando el rato y cuando clavó el estoque en lo negro tras sonar un aviso, sus amigos y aquellos a los que convencieron, estimaron que tenía méritos suficientes como para demandar la oreja, que el presidente con buen criterio no concedió, pese a las consabidas cucamonas de los benhures de la mula atentos siempre a la propinilla que pueda caer. El protagonista de la tarde, Faustino, le hizo una seña al torero de que por su parte podía dar la vuelta al ruedo y entonces Gómez del Pilar se la dio tan feliz.
Rubén Pinar se las vio con Dichoso, número 20, del Hoyo de la Gitana y válgame el cielo qué bien estaba puesto el nombre del animal, que el dichoso de Dichoso no le dio ni media opción, pues se paraba en medio del muletazo, se lo pensaba un mundo lo de embestir y lo de embestir debe cogerse con pinzas, porque lo que más hizo fue pararse y ni siquiera pasar la mitad de las veces. El bicho había tomado dos varas, la segunda desde muy lejos. Lo mató de media lagartijera.
Pintarrocho, número 706, de Palha es el segundo que esperaba en las mazmorras de Florito para Javier Cortés. El bicho presentó algo de falta de fuerzas durante el primer tercio, no siendo ni mucho menos el que mejor cumplió en varas de los seis. Cortés empieza muy decidido su trasteo por naturales, dando distancia, como no se ha visto en Madrid en toda la temporada, y echando la pata hacia adelante con verdad y decisión y demostrando que hay alguien a su lado que le está aconsejando en la buena dirección. No era el derecho el pitón del toro y cuando Cortés se cambia la mano a la derecha enjareta una tanda de redondos de bastante menor intensidad que la conseguida con los naturales, luego el toro cambia y el matador, como hizo en su primero, opta por las cercanías con las que redondear su actuación dejando al respetable con ganas de volver a ver a este matador que nunca nos había dicho nada y que hoy ha protagonizado netamente los mejores momentos de la tarde. Con dos pinchazos y media echándose fuera puso a Pintarrocho a disposición de los benhures, que como ahora no había nada que rascar actuaron con una diligencia propia de quien tiene prisa por irse a ver qué hacía el Real Madrid.
Y por último Cancionero, número 28, del Hoyo de la Gitana, otro toro largo y zancudo que acudió por dos veces al caballo y no hubo forma de que fuese una tercera. En el primer encuentro con el penco desmontó a José Francisco Aguado en una caída de latiguillo de las que tanto gustaban a nuestros abuelos, esto propició una nueva desafortunada actuación de los monos, con riesgo innecesario incluido; luego, cuando Aguado se volvió a subir al penco, demostró sus buenas dotes de jinete moviendo al penco y provocando la arrancada del toro con la facilidad de las cosas bien hechas, si bien no hubo forma de que Cancionero se arrancase de largo pese al denuedo con que el picador lo intentó. Buena brega de Manuel Macías y ahí tenemos a Gómez del Pilar con Cancionero, que no tenía las mismas condiciones que el tercero siendo de embestida sosa y mortecina y como el matador tampoco es que fuese la alegría de la huerta, frío como un témpano, la cosa se fue haciendo larga y pesada, por más que a la primera de cambio se le animase apasionadamente desde el tendido, que le trataron como a un hijo. Aviso y media echándose fuera pusieron el punto final a la tarde.
En resumen: victoria a los puntos para Palha, sorpresa grande las maneras de Javier Cortés, gran cuadrilla la de Gómez del Pilar, nuevo ridículo de los benhures de la mula con su particular moonwalk a lo Chiquito de la Calzada cuando se ventea una posible oreja y sancionable actitud de la grey monicaca en los derribos, donde hay toreros con capotes para hacer quites sin necesidad alguna de que ellos hagan alarde de su heroísmo de talanquera.
Sancionable actitud de la grey monicaca en el Guernica de la tarde