Mansilla sin agua
Francisco Javier Gómez Izquierdo
No recuerdo vacaciones más largas y sosegadas que las de este 17, interrumpidas tan sólo cuatro días hacia la Virgen de Agosto por deberes profesionales incómodos, pero previstos. Después de mes y medio vuelvo de la Demanda, donde la vida del veraneante es sencilla, madrugadora, caminante, fresca y de muy buen comer. Los pelendones -así nos llamó Tito Livio- vamos a ver huellas de dinosaurios (han tapado las del Rex Atila), el puente de hierro de la Santander-Mediterráneo, la fuente huevera, las tumbas de San Felices, el monasterio de Alveinte...
Este verano la tendencia ha sido acercarse con el coche hasta el pantano de Mansilla y recorrer las calles del pueblo que tapaba el agua desde mediados de los años cincuenta. Un Mansilla de la Sierra en el que los más mayores señalan la farmacia junto a la Iglesia, la casa del tío Serafinote que hizo un “gubio” a Malaquías o el cercado de piedras del cementerio. Periodistas de Madrid acudieron a la llamada del amigo para que vieran las ruinas y desolación de la patria de serranos aún vivos y que no pueden contener las lágrimas al fotografiar la puerta de la casa del padre. El comentario nostálgico del periodista de Salas llegó hasta el colega ocioso que medita en Silos, rebotó en más de una redacción y acabó por venir la tele para mostrarnos, sin querer, la metáfora de España: un país o nación o vaya usted a saber qué con los muros derribados, los muebles apolillados y sin hombres reparadores a la vista. ¡Ah, sí! También sin mujeres.
Porque... ¿cómo es posible que haya tantas... personas... capaces de despreciar en público a su Rey y a ciudadanos asesinados sin que nadie se escandalice? ¿Dónde están los intelectuales abajo firmantes que deben salir a denunciar y dar la vida contra el nacionalismo racista? La mayor tara de los nacionalistas, no lo duden, es su racismo feroz.
Y el Islam... “no a la islamofobia”, dice el buen samaritano, pero el repartidor de consejos no se acerca a la mezquita a preguntar por el islamista fanatizado y criminal. No va porque en la mezquita le van a mandar al peo y no habrá musulmán bueno que se “chive” del musulmán mejor. Nadie denunciará al puro. Al hermano santo. El buenismo se pone el pañuelo palestino y abraza a Mohamed en las manifestaciones como si así salvara el mundo. El hermano de Mohamed, mientras tanto, no paga el agua que gasta en el piso que le ha facilitado la Administración, va a un curso de tornillería por el que cobra 400 euros y vende jachís en los botellones para buscarse la vida según dice a la poli cuando le detiene. En los meses de cárcel descubre que llamar racistas a los españoles tiene su recompensa y que, como le decían en el rezo, los infieles no son personas, sino perros. El Corán, y lo que es lo mismo, el Islam,es cristianófobo. No saberlo es ya más estupidez que ceguera y no regular la permanencia de musulmanes en España más suicida que peligroso.
En fin, que me he sentado ante el ordenador para volver a Salmonetes... y no hago más que divagar, en vez de hablarles de la enquistada debilidad del Córdoba, al que su entrenador Carrión no acaba de encontrarle la palanca revitalizadora entreteniéndose más en redimir refractarios a todo tipo de tratamiento, como el trotón Caballero, del que avisamos que no está capacitado para ser cerebro en el fútbol profesional, que en poner galones a quien sabrá llevarlos, tal que Aguza.. Vi al Cádiz y su eléctrico contraataque que le dará muchos puntos a domicilio, y con el Zaragoza vino un delantero centro de nombre Borja Iglesias que tiene trazas de ser llamado por más de un primera en Navidad. Es una especie de Diego Costa, pero con más gol y mucha más educación. Creo que está cedido por el Celta. Sería del género tonto dejar escapar un delantero que la temporada pasada en el B marcó más de treinta goles. Personalmente lo veo más determinante que Guidetti y tan goleador como ese Maximiliano Gómez al que sonríe la fortuna.
De momento, nada más.
Lechazo del último sábado