domingo, 4 de junio de 2017

Vigesimoprimera de Feria. El Madrid otra vez campeón de Europa y Curro Vázquez otra vez aplaudiendo a un Juan Miguel

San Isidro'17
A tal Toro, tal Plaza

José Ramón Márquez

Hoy empezaba la otra cara de la Feria, la de saber bien qué ganado se lidia y la de tener la ilusión de verlo. Llevamos veinte tardes de corridas en Las Ventas y, quitando la de La Quinta, puede decirse que nos hemos bajado a la Plaza cada día sin saber ni quién torea ni de quién son los toros que se van a lidiar. A partir de hoy la cosa ya es distinta, que ya sabemos que mañana viene Cuadri, pasado mañana Dolores Aguirre y así hasta el gran final del domingo próximo con los de la A con asas, divisa verde y negra en Madrid. Luego los toros saldrán como salgan, que eso es harina de otro costal, pero la ilusión de esperar el día y de bajar a la Plaza sabiendo que en los chiqueros está tal o cual corrida ya no te la quita nadie.

Hoy, sin ir más lejos, teníamos el ánimo de ver a los buendías de Carlos Aragón Cancela, y aunque ni la presentación de la corrida ni su juego hayan sido los que esperábamos ver, nadie puede quitarnos el buen ánimo con la que íbamos camino de la Plaza, relamiéndonos con los cárdenos que nos esperaban ahí mismo dentro de un ratito.

Claro, que al llegar a la Plaza ya nos dimos cuenta de que lo de la ilusión no se había contagiado por igual a los abonados, ni a los poseedores de tarjetas de la tercera edad, ni siquiera a los pobladores del “tendido del gañote”, que así llamamos a todos esos burladeros de callejón poblados por gentes variopintas y todas coladas. Para que se vea el alcance del abandono del público de la plaza baste señalar que incluso el ubicuo Sánchez Dragó, el Niño del Gárgoris, de quien se dice que hay una recompensa de 10.000 dólares al que presente una fotografía de él sacando y pagando una entrada en la taquilla de una Plaza de Toros, no estaba en su burladero del pastoreo. Y hablando de ausencias pongamos por caso a los areneros, que hoy salían cuatro con los rastrillos y el capachito, cuando lo normal es que asomen no menos de nueve en  el paseíllo de cada día. También estaban de rebajas los benhures de la mula, que hoy con cuatro también bastaba, donde otros días hace falta una multitud, además esos cuatro demostraron esta tarde que unos poquitos se bastan y se sobran para hacer las mismas triquiñuelas que cuando son más. La Empresa Plaza1 ha sacado una estadística diciendo que hoy había en Las Ventas más de 18.000 espectadores, y lo habrán puesto por poner algo, porque hoy había en los tendidos, las gradas y las andanadas más calvas que las que tenía la cabeza de un torero harto conocido antes de hacerse los injertos.

El hecho de no ver a Donsimón en su Plaza1 no debe ser achacable a su desinterés por la supuesta casta de los Buendía, ni a su interés en el balompié, sino a que lleva desaparecido la torta de días y nadie sabe dónde está, que lo mismo puede hasta haber sido abducido por unos OVNI de Ganímedes o de cualquier otro planeta que no sea el de los toros. No debemos preocuparnos, porque ahí tenemos cada tarde a su fideicomiso Curro Vázquez, como el Número 2 de las películas de Austin Powers, encargado de estar al tanto de todo el desarrollo ferial como de impregnar de cosmopolitismo el cochambroso edificio de Las Ventas
 
La novillada de este sábado, última de las tres de la Feria del Isidro 2017, llevaba en el anca, herrado a fuego, el número 6 de la ganadería de Flor de Jara. Novillos santacolomeños que nos sacaban del monocultivo bodeguero y, como se dijo antes, ilusión de cambiar el sota, caballo y rey de cada tarde por algo donde se presupone la casta, el ingenio y la movilidad. Luego vendría la decepción de las pintas y del comportamiento, pero a las siete en punto el ensueño de la casta, la pujanza y la presencia se mantenían incólumes.

La terna elegida para dar fin de los santacolomas estaba formada por Juan Miguel, Alejandro Marcos y Ángel Sánchez, a quien apodera el ganadero y que tan grato recuerdo dejó entre los que le vieron justo antes de empezar la vorágine de San Isidro.

Juan Miguel se plantó en el centro del ruedo, más o menos el centro, para recibir a pie firme a Balconero, número 33, por tafalleras; una, dos, tres y el novillo que se entera y se le tira al cuerpo. Ahí es donde pensamos que el color de la tarde vendría presidido por la casta, pero ni casta ni ná, que Balconero, salvo en lo de su capa cárdena y lo de sus hechuras, propias de su raza, fue un buenazo que no sacó los pies del tiesto más que para fastidiarle el recibimiento de las tafalleras a Juan Miguel. El bicho presentó una cara bondadosa y colaborera, tragándose los muletazos y no importunando. Comenzó la faena con tres series por la izquierda exactamente iguales en planteamiento y ventajismo que cualquier otro de los que han venido o de los que se han quedado fuera. El hecho evidente es que el pobre Balconero se fue al otro mundo sin haber gozado de las mieles del toreo, y sin recibir un solo pase digno de tal nombre.

El segundo, Arquero, número 35, otro cárdeno con esos pitones tan de Santa Coloma, remató en tablas de salida y se quedó un rato mirando por encima de la barrera junto al burladero del 10, a los que se movían por dentro del callejón, a ver qué era eso. En varas le tocó día de cobro, y era digno de ir a hablar con el picador, Óscar Bernal, para que se explicase por qué le había hecho eso al novillo, que donde se paraba dejaba un charquito de sangre. No aburriremos glosando las carencias -que son muchas- de Alejandro Marcos, pero sí señalaremos que dio la impresión de que estaba todo el rato ahogando la embestida del toro.

El tercero de los Flor de Jara cruzó la laguna Estigia que le llevó al Mundo de los Muertos de Florito gracias al pañuelo verde que sacó de don Trinidad López de manera bastante sorprendente, pues ni había una protesta generalizada ni el toro dio grandes signos de debilidad durante el rato que anduvo por el ruedo. Fue sustituido por un engendro negro llamado Inmejorable, número 23, de la vacada a nombre de doña Dolores Rufino, juampedro vía Martelilla, que era un rato feo: ensillado, basto, degollado. Un cromo al que ni habían tenido tiempo de quitarle los crotales de las orejas. Muy abanto de salida, descastado, sin hacer caso a los capotes, se pegó unas carreras más de liebre que de toro y cuando se paró no fue capaz de hacer que Ángel Sánchez revalidara su triunfo precedente. El toro era tora, o tore, y el torero no vio claro nada.

Cariñoso, número 15, se llamaba el segundo que enlotaron para Juan Miguel, también cárdeno. Salió distraidillo de natural el animal y entre esa característica propia y la falta de conocimiento de Juan Miguel para hacerse con él a base de oficio muleteril y las muchas prevenciones que tomó desde el inicio,  la faena se fue yendo mansamente al desagüe de las faenas olvidadas, hasta que en un pase de pecho el toro hace por el torero y lo amorcó, al parecer sin graves consecuencias. Ese susto, la condición bisoña e impresionable de gran parte del poco público y la colaboración necesaria de los cuatro benhures de la mula, pusieron en manos del de Colmenar de Oreja la auris doloris, la oreja del dolor, que es la tercera que cosecha el colmenarete de igual manera en Las Ventas. Tres lleva iguales. Por allí dijo un señor un refrán: “Con revolcón, oreja al esportón”, que apunta bien a lo que pasa ahora, que a las buenas gentes las pierde la emotividad, como a Currovázquez, que se puso a aplaudir a Juan Miguel cuando pasó cerca de su burladero, lo mismo que el otro día zarandeó a Juan Miguel Núñez en el desolladero.

Ya quedaba menos para el final cuando el señor López sacó el trozo de sábana blanca que ejerce de pañuelo y el Buñolero vestido de Barquillero, don Manuel Pérez, abrió la mazmorra de la que salió Tabernero, número 12, un zancudo, manso y sin casta alguna cuya lidia constituyó la nada, el cero absoluto, el más incesante desinterés, dando lugar a felices conversaciones entre los aficionados.
El sexto fue el que medio salvó el honor de la divisa. Pies de Osa, número 42, novillo de una preciosa lámina y de incuestionable trapío, con el característico hocico de rata, acudió al caballo de Teo Caballero con alegría y fijeza y tomó una vara en la que mete los riñones y pone la cara abajo y empuja con decisión mientras desde lo alto se le castiga ferozmente. Se vuelve a poner al toro, que deja un considerable charco de sangre y al animal le cuesta ir, eso aparte de que las trazas de jinete de Teo no parecieran las más óptimas. Luego, al fin, se arranca y recibe un picotazo. Ángel Sánchez se puso a ver lo que salía, yo creo que sin un plan, y lo que salió fue un espantajo de faena en la que no se vislumbró otra cosa que la búsqueda de la ventaja, lo de todas las tardes, vamos. A cambio nos pudimos extasiar con la brega exquisita de Iván García, grana y azabache, a quien en esta tarde le tocó cargar con el peso de la torería, del trabajo bien hecho y del oficio. La ovación que se llevó Iván la recogieron sin venir a cuento sus compañeros, que a un torero, de oro o de plata, un aplauso le da la vida.

A las 9 y 8 minutos se corre la voz de que el real Madrid ha marcado su primer gol.

 ¡El Hombre de Azul!
(En la A9, cuando se aburren, piden que los visite El De Azul)

 Cinco areneros, cinco

 Recuerdos de Cazarrata

Los benhures frenando, la oreja (la propineja) aguarda