sábado, 10 de junio de 2017

Vigesimoséptima de Feria. Adolfada "procedente de Carlos Núñez", al decir de la Empresa de Madrid

Marinero, aquel adolfo del año 13

José Ramón Márquez

Ayer no pude venir a los toros y gracias a eso pude experimentar la extraña sensación de estar en las calles a las siete de la tarde;  así pude darme cuenta de que en Madrid  hay vida a esa hora, que están los taxis y los uber, los chicos en las terrazas, los autos en las calles y Zara y Primark llenos de gente. Mientras en Las Ventas todo gira desde el jueves 11 de mayo alrededor del viejo rito de la seda y de la sange, la ciudad sigue su curso.

Día 5 del Toro, hoy los Adolfos, esa ganadería en la que muchos quieren ver la “pureza perdida” de Victorino, de cuyo tronco procede. Los Albaserrada que los Martín compraron a Escudero Calvo se convierten hoy, por el birlibirloque del Programa Oficial en “Procedencia: Carlos Núñez”, que ya es la segunda vez que pasa, aunque esta vez alguien se dio cuenta y por eso en la ficha de la corrida pusieron la fe de erratas “donde dice Carlos Núñez debería decir Albaserrada”, los descuidos de Donsimón, que dice estar encantado con la Feria, que se han cortado no sé cuántas orejas, porque al parecer la oreja es la unidad de medida del éxito, por más que digamos que el mejor toreo que se ha hecho, el que recordaremos así que pasen veinte años, no haya sido recompensado con aurícula alguna.

En la pugna entre el tío y el sobrino este año venció Victorino. No es que Adolfo haya traído una birria, ni mucho menos, pero el Premio Albaserrada 2017 es para el tío. Adolfo trajo una corrida muy seria, de bastante presencia, ayuna de picante o de malas intenciones, tirando a mansa, en la que no hubo ningún toro de los que dejan huella, ni “toreables” ni alimañas. El quinto, con un clásico nombre de la casa, Aviador, número 63, sin ser el de menor peso fue el de menos presencia, lo protestaron con fuerza los que en él creyeron ver algún defecto en su manera de andar, pero el hecho es que no se cayó más que una vez al inicio de la faena de muleta. La verdad es que el animal no estaba sobrado de fuerzas y, acaso por eso, sus embestidas eran a cámara lenta, muy humillado, se templaba él solito y nos hizo añorar lo bien que podría haber estado con ese toro nuestro Pepe Luis, en este año en el que está haciendo temporada, poniendo su gracia natural junto a la embestida tan lenta y tan sin ninguna mala intención de Aviador.

La terna que se anunció con los de Adolfo estaba compuesta por Antonio Ferrera, Juan Bautista y Manuel Escribano.

Ferrera se vino a Madrid vestido con un terno azul que hería los ojos. Unos decían que se lo había comprado en e-Bay, otros certificaron que en el escaparate del Cash Converters de la calle de Alcalá hay a la venta uno igual, y otros achacaron el vestido a la particular estética del más chiquitito de sus apoderados. Ahí se plantó Ferrera con su vestido de pobre y ahí tenemos a Comadrón, número 70, largo y degollado, con mucha plaza y en el tipo de la casa. Su paso por el primer tercio no fue como para echar al vuelo ninguna campana, le pegó una rebañada a Ferrera en los lances de inicio como para haberle hecho un estropicio y luego se dejó pegar por José María González, no queriendo malgastar sus fuerzas en empujar al caballo. En banderillas acudió prontamente y con buen tranco, que lo banderillearon Ferrera y Escribano, y eso hizo concebir esperanzas de que en el último tercio habría una fiesta que al final no hubo. Sobre las banderillas deberíamos insistir en que, cuando las pone el matador, la presencia de los peones aparcando el toro es de lo más inconveniente. Ver a dos o a tres peones capeando al toro para llevarlo aquí o allá, en funciones de “gorrillas”, no dice nada de los matadores que tal cosa incitan y consienten. En este segundo tercio de Comadrón había dos matadores en la arena, suficientes para colocarse el toro ellos mismos sin necesidad de ayudas externas. Luego, cuando ya se verifica el rehileteo uno se da cuenta de que ni estamos ante Pepe Bienvenida ni ante Pepe Nelo en la cosa de los palos. El toro llega al tercer tercio quedándose corto y ahí Ferrera le va sacando los muletazos de uno en uno, más por la izquierda que por la derecha, que por ese pitón el toro buscaba una barbaridad, sin que la cosa cobre vuelo, y se deshace de él mediante un pinchazo echándose fuera y una estocada entera arriba echándose fuera.

A continuación asoma la gaita por la puerta que abre don Manuel Pérez, absurdamente vestido de barquillero de zarzuela, el hocico de rata de Buscador, número 71, otro cárdeno, hondo y corniveleto que levanta como si fuese de algodón en un seco empujón de sus riñones a Puchano, al penco sobre el que va Puchano y a todos los complementos del aleluya de Puchano: los manguitos, el peto, los refuerzos, los correajes, los periódicos dentro de las orejas, el vicks vaporub de los hocicos… mil y pico kilos ¡al cielo con ellos! por los riñones de Buscador, que en la segunda vara, ya sin fuerza para repetir la machada, no cabecea y recibe un castigo de buena intensidad. Del tercio de banderillas lo más reseñable es el vestido de César Fernández, tabaco e hilo blanco en el programa, pero eso no era hilo blanco, eso era un chantilly de nata, una fiesta de la espuma del Privilege de Ibiza, un peón vestido de copito de nieve, Fernández brega y los dos González (Rafael e Ismael) banderillean sin mayores apreturas. Para la muleta el pitón bueno es el derecho, que por el izquierdo el bicho anda menos, y ahí tenemos a Juan Bautista, con cerca de dieciocho años de alternativa a sus espaldas, planteando una faena que entendemos como su particular homenaje a Macron, líder sin partido, lo mismo que Bautista, torero sin tauromaquia. No se puede decir que el toro tenga maldad, ni que se resabie ni que quiera coger, pero sí podemos decir que Juan Bautista se pertrecha con el habitual cargamento de ventajas y prevenciones con las que deja ir las tres series, exactamente tres, que tenía el toro y luego ya la cosa se queda en un alargar por alargar, el toro cambia y se queda más parado y sin ganas de echar una mano. El fin de los días de Buscador viene propiciado por tres pinchazos cuarteando y otro más en el que cobra una estocada baja atravesada. Se retira a la barrera Juan Bautista sin haber dicho realmente nada.

Ahí tenemos ya a Escribano andando circunspecto a regalarnos esa nada que es la porta gayola. El toro que aguarda en la fresca oscuridad de la mazmorra es Murcianito, número 60. Después del sustín de hinojos, viene el sustazo de pie, que es la impresionante colada que le pega el toro cuando lancea por el izquierdo, y luego otra más. El toro cumple en varas, empujando; la primera la toma al relance y Esquivel le agarra bajo, la segunda la pone arriba y tras la fanfarria de timbales y clarines ya tenemos el segundo episodio de “Aparca como puedas” con los peones haciendo de nuevo la función de gorrillas en la colocación del toro para los matadores, cuya actuación banderillera vuelve a no estar a gran altura. Luego Escribano inicia ya su faena a Murcianito, que no es la alegría de la huerta ni mucho menos, pues es más bien bastante soso, mansurrón y con pocas ganas de fiesta, basando su trasteo en el cite con el pico y la carrerita de recoloque, tan característica de nuestros tiempos, así tres o cuatro veces hasta que el toro ya dice que no, que uno si acaso pero que a dos no va y se queda como un marmolillo ahí parado con sus 519 kilos. Tras no darle ni un solo muletazo digno de ese nombre, le arrea una estocada muy trasera y baja, que duele verla, pero más le duele a Murcianito, que lo manda al otro mundo.

Chaparrito, número 29, es el segundo de Antonio Ferrera en esta tarde. Toma por el pecho al caballo que monta Antonio Prieto y lo derriba y luego acude de largo a la segunda vara y recarga. La cosa de las banderillas la delega Ferrera en los peones, que pegan su mitin correspondiente: en dos pasadas el toro lleva puesta una banderilla, cuando don Justo Polo saca el pañuelo para cambiar el tercio hay cinco banderillas en el suelo y tres en el toro. Ferrera se va a iniciar su faena al 1 y el toro se le escapa hacia el 5, ahí Ferrera hace lo mejor de la tarde cuando le roba al toro tres naturales de gran encaje y verdad a base de consentir, luego le pega otra serie corta por la izquierda, el toro se va moviendo y Ferrera le roba otra serie por la derecha robados de uno en uno en el 6. Por la izquierda va mejor el toro y hacia los tableros mejor que hacia las afueras, así vuelve Ferrera a sacar otra serie con la zurda con un espléndido natural frente al 7.Faena con sentido y con cuajo y conocimiento la de Antonio Ferrera cuya única nota negativa es que no haya sido capaz de sujetar al toro en un terreno fijado por el matador. Luego con lo de matar acaba el recorrido por la Plaza, pincha y se queda en la cara frente al 8, repite lo mismo frente al 9, otra igual de nuevo en el 9 y, al fin, bajonazo en el 10 y el toro se va a morir a los medios para rematar su vuelta al ruedo dada en vida.

A Juan Bautista le sale el Aviador, que, como se dijo antes, era toro para Pepe Luis. Juan Bautista está a años luz de Pepe Luis.

Y Escribano, que finiquita la adolfada con Tomatillo, número 57, el de más peso de la tarde con 565 kilos y una extraordinaria seriedad y presencia. No es que esté ansioso de ir al encuentro del caballo sobre el que galopa José Manuel Quinta, pero digamos que cumple en varas y que galopa en banderillas y ahí lo dejaremos. Cuando Escribano empieza su trasteo en la barrera del 8 el Tomatillo le pega una colosal colada y le lleva a la carrera hasta los medios, el toro es complicado por el derecho y se deja más por el izquierdo, mira, mide y espera y la papeleta no es ni mucho menos fácil para el de Gerena, que está muy dignamente frente al toro, nada que ver ni en actitud ni en modos con lo que presentó en su primero. Lo mata con facilidad.