Abc
Carlos Marx sería hoy “trending topic” con su tuit sobre la historia que se repite, primero, como tragedia, y luego, como farsa.
Todo indica que ya estamos en la farsa, y es la Revolución (¡el cambio!) de Pablemos en la Puerta del Sol.
Pablemos es un chuleta madrileño del género chico para quien lo revolucionario es sentarse como John Belushi al venir del “after hours” (“épater le bourgeois!”), decir “tuerka” y “troika” y mandar a callar a los periodistas llamándoles “pantuflos”, contando, claro, con que ninguno se va a levantar para llamarle a él Quasimodo.
¿Se imaginan a Trotsky llamando “pantufla” a Sofía Casanova, la corresponsal de ABC en la Revolución rusa, que en 1917 lo visitó en el antro de las fieras?
–España es un hermoso país, aunque su policía me trató mal. ¡Mi amigo Pablo Iglesias estaba en un sanatorio!
Pablemos carece de la nobleza que se requiere para una real eficacia revolucionaria.
D’Ors llegó a ver una ley constante en la historia interna de las grandes revoluciones que atribuye el papel decisivo a quienes no pertenecen a la clase que las agita.
–Estos nobles son los que siembran las ideas, conducen luego la acción popular y hasta escriben “La Marsellesa”.
Y los rusos tuvieron sus Lunacharsky, archipatricios, y sus Ulianov, o sea, Lenin (al que Pablemos, ay, acusa de trincar de Alemania), que únicamente por esto pudo triunfar.
En España, de momento, lo más noble con que cuenta Pablemos (¡su Lunacharsky!) es Carmen Lomana, que el sábado fue a jugar a Sofía Casanova (¡cronista de la Revolución!) en la Puerta del Sol, otra plaza roja.
Lo que más impresionó a Stefan Zweig, que no era un Jesús Cintora, de la Plaza Roja fue ver, separados por cuarenta pasos, pero con las mismas colas, la capilla de la Virgen (¡qué escándalo, hoy, para la novia de Errejón!) y la tumba de Lenin. La antigua fe y la nueva creencia. Al pie de la Virgen, este aviso de Heine (que no de Marx): “La religión es el opio del pueblo”.