Pasión de los fuertes
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Desayuno con un amigo que, al combinar con los guisantes de la ensaladilla rusa centrocampistas del Real Madrid, sufre ataques de fastidio como los que le entraban a Napoléon en el palco de la ópera tratando de combinar cuerpos de ejército.
–Si estará “achuchá” la cosa que hasta los gitanos van con plata –saluda un parroquiano.
Pero la parroquia, taza de café con leche en la mano y meñique levantado, sólo presta atención a la ruidajera de la TV con el caso de la niña china.
–Hay que ver. ¡Y con carrera que tenían los padres! –dice el camarero, que viene a ser como aquél de “Pasión de los fuertes” cuando Henry Fonda le pregunta si alguna vez estuvo enamorado: “No lo sé. Yo siempre he sido camarero”.
–Con el papeleo que tendrían que hacer para adoptarla, ¡y ya ves, van y la matan! –opina el de bigote, gestor personal en una Caja de Ahorros.
De lo “achuchá” que está la cosa habla la plata de los gitanos y también el cutrerío de la publicidad.
En lo que uno moja la porra, la TV te vende brebajes para la bacteria cándida, para el hongo de la uña gorda del pie, para la cal de la lavadora, para el brillo de la copa en el lavavajillas…, además de facilitarte el número de cuenta bancaria de la Acnur para adoptar a una niña traumada, momento que aprovechan los parroquianos para, con el pretexto de echar un cigarro, huir a la calle, donde seguramente los esperen los comisarios magentas de Rosa Díez, que es la Nora Cecil (lideresa de la Liga por las Buenas Costumbres y la Decencia en “La diligencia” de John Ford) de este momento histórico, para recordarles que fumar es atentar contra la soberanía nacional, concepto que muy pronto aparecerá impreso en las cajetillas de tabaco.
Y huyendo de los comisarios magentas, vuelven en tropel los parroquianos al bar, donde últimamente se echa de menos al moro mantero, sustituido por don Ignacio Buqueras y Bach, al que siempre imagino vendiendo husos horarios de bar en bar.