Los aficionados volveríamos a disfrutar del fútbol de verdad y hasta con un poco de suerte nos libraríamos de esos equipos presididos por oligarcas rusos o jeques saudíes y cuyos jugadores parecen seleccionados de entre el personal más intelectualmente cretino de una discoteca de polígono valenciano de extrarradio. ¡Que hasta los hay con las cejas depiladas! ¡Y con gafas falsas! Que oigan, yo soy del Barça, pero llevo ya años en los que mi único aliciente durante los partidos es el que implica intentar ligarse a la camarera mientras el resto de parroquianos del bar ronca de puro sopor durante los 90 minutos.
Pero bah, qué más da ya. El fútbol se ha convertido definitivamente en un espectáculo infantil para niños de teta protagonizado por metrosexuales patéticos que hacen que la sirenita de Disney parezca un Navy Seal. ¿Dónde están los Cantona y los Maradona y los George Best y los Juanito y los Migueli del siglo 21?
Que los de las cejas depiladas disfruten del pastel mientras puedan. Yo me borro de esta patochada. Pero no por patochada, sino por coñazo.
Pero bah, qué más da ya. El fútbol se ha convertido definitivamente en un espectáculo infantil para niños de teta protagonizado por metrosexuales patéticos que hacen que la sirenita de Disney parezca un Navy Seal. ¿Dónde están los Cantona y los Maradona y los George Best y los Juanito y los Migueli del siglo 21?
Que los de las cejas depiladas disfruten del pastel mientras puedan. Yo me borro de esta patochada. Pero no por patochada, sino por coñazo.
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