Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sobre la idea de “algo distinto” (ya se supone que de la chusma), háblase de una lista de exquisitos por España y para Europa al mando de Federico Mayor, que viene a ser como la última oleada de Tovares y Laínes…, sólo que hecho en Taiwán, como todo lo que reluce ahora.
El 18 de julio de 1975, y a propuesta de Solís, ministro secretario general del Movimiento, Franco firmaba el decreto de concesión a Federico Mayor de la Gran Cruz de la Orden de Cisneros, cardenal que fue preso en Santorcaz, escenario de “Crónicas de un pueblo”, serie de Antonio Mercero muy de moda en la época del medallón.
Ahora nos vamos a Europa con Federico Mayor, que a mí me parece el mejor guía, pues es un hombre que ha sido de todo, menos lo que en un botellón se diría… un lúser.
Federico Mayor no marcharía solo: lo acompañaría Garzón, que sería su Álvar Fáñez, con el abogado Castells, del Norte, y el catedrático Torres, del Sur, todo muy 15-M, esa España cabreada que la derecha menea, al decir de la Talegón.
Porque España ha de explicarse de Norte a Sur.
¿Qué es eso del desierto de España?
En este desierto prospera la vid y florece el olivo, arbustos que en Bruselas no viven sino en invernadero y sus frutos apenas dan para “un buen vinagrillo”.
Nuestras carnes son más nutritivas, y nuestras verduras (menos esponjosas: más sol que agua), más sustanciosas.
En Inglaterra, todo mantenimiento tiene menos sustancia que en España, se dice en los “Diálogos” de Antoine Oudin, donde un español remata la discusión con una revolera:
–Y ésta es la causa de que los ingleses nos notáis a los españoles miserables en el comer; porque las carnes de España, como de tierra más estéril, son de tanto nutrimento que si comiese de ellas un hombre tanto como en Inglaterra come, sin duda ninguna reventaría.
Estaría muy bien que a Europa, para recordar estas cosas, fuera nuestro Federico Mayor, con la Gran Cruz de Cisneros y la pequeña cruz de Garzón.