lunes, 27 de mayo de 2013

¿Quién mató a Liberty Valance?

 El opio del pueblo
Domingo, 26 de mayo
Chinchón


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A Juan Mars, estudiante

    La marcha de Mourinho es muy Bogdanovich.

    Antes de salir en “Los Soprano” haciendo de psiquiatra de la doctora Melfi, Peter Bogdanovich rodó “La última sesión” (“The Last Picture Show”, 1971) en Anarene, un pueblo texano que hoy tanto recuerda al Bernabéu y cuya única distracción era el cinematógrafo.
    
Cruza la calle un matojo rodante (“tumbleweed”) y en el cinematógrafo el último pase sería de “El hombre que mató a Liberty Valance”.

    A Valance (Lee Marvin) lo mató Tom Doniphon (John Wayne), pero la ganancia se la llevó el abogado Ransom Stoddard (James Stewart), que con esa gloria robada llegó a senador.


Mourinho es el Tom Doniphon que mató a Liberty Valance, el tipo que vivía “allí donde cuelgo mi sombrero”.

    Valance era el Barça, que además resultó ser un Régimen: el Régimen (cultural) de un país reducido a una grillera y que mentalmente no es nada distinto del descrito cien años ha por Pérez de Ayala a la pluma malvada del indio Alberto Guillén en “La linterna de Diógenes”:
    
Somos como comadres que vivimos de la vida ajena a falta de la propia. Murmurando de todo. Ensayando el palillo de dientes en el nombre del amigo. Dando mordisquitos de ratón en...
    
En la pipa, coño. En la pipa.

    Esas comadres nos han cerrado el cinematógrafo donde Mou era Ford actualizado por Tarantino, mientras el comadreo pipero apostaba por el joselitismo de “El ruiseñor de las cumbres” encarnado por Casillas, estética de Antonio del Amo actualizada por Jonás-Groucho Trueba.
   
 Íker es Joselito cantando en un córner.

    Pero un córner no es ninguna cumbre, y ahora que el ruiseñor ha hecho caer al águila debemos guardarnos de su rencor:

    –¿Qué me gustaría cambiar de mí? –se preguntaba Casillas hace poco más de un año–. Cambiaría lo rencoroso que soy. No sé si es una virtud o un defecto, pero soy bastante rencoroso.
    
Que Dios, por Dios, no nos deje caer en el rencor, era todo lo que al cielo pedía Ruano.

  
Pero el rencor (siempre muy castizo) es la grasa social de España, distribuida en cómodas manchas por un periodismo cuyos becarios salen del asador cenados y creyéndose Montisaltis, como si ser Chris Montisalti consistiera en comer pipas y escribir en el móvil al mismo tiempo.
    
No sé qué les habré hecho de malo –dice Coentrao a quien le quiera oír.
    
Coentrao fue clave en las defensas contra el Barça, pero un día fue sorprendido fumándose un cigarro por un Montisalti y todo el mundo sabe cómo mata el tabaco.

    Piperos que no saben distinguir a José Mercé de Bambino te hablan de Carvajal, que a mí me suena a Demonio de los Andes con la muslera de Chendo y a españolización franquista de la plantilla madridista, de cuando al coñac se le decía jeriñac, y al fútbol, balompié, que es fútbol con boina.
    
¡Cómo ganarían Casillas y Ramos, los del ultimátum, con boina!
    
La boina es como un cráneo blando y de repuesto, que le viene muy bien a este pueblo celtíbero de cráneos resistentes.
    
Cruza la calle otro matojo rodante.
    
Es el muermo que se avecina.


TROMPA DE ELEFANTE
    Lo de Neymar por el Barça sólo tiene una compensación psicológica, y es el fichaje de Casillas y Ramos por el Espanyol, club donde ya estarían hoy, si viviera Bernabéu. No siendo así, puede darse por inaugurada otra etapa de “en Barcelona no podemos ganar”, de no tan lejano recuerdo. Y ya veo, ay, al pobre Carletto reconstruyendo los pasos y proporciones (“no demasiada manteca”) de la receta que Alejo Carpentier dio para cocinar trompa de elefante, “manjar sublime” que asegurará haber probado.