Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El franquismo fue “una dictadura paliada por el incumplimiento” (Gabriel Maura). En cambio, en la dictadura de Sánchez (cualquier poder sin control político lo es, o en palabras de Hamilton: “donde todo está en una mano”) cumple todo el mundo, ya que nadie (y nadie es nadie) dice no.
–¡Gozo tanto al decir no! –fue el lema de una asociación de jóvenes yanquis que en los 80 levantaron la bandera de la virginidad.
La Boétie (no confundir con Boti García) concibió su “Discurso de la servidumbre voluntaria” al leer en Plutarco que en los pueblos asiáticos las tiranías duran porque no saben pronunciar la sílaba “no”. ¿Quién en España ha sabido decirle “no” a Sánchez?
Un grande jurista (éste sí), Nicolás R. Rico, decía que el Derecho y la moral son ahijados de la libertad porque el Derecho y la moral “vienen al mundo a decir no”.
–Este primer no del Derecho es un no ilustrado; un no discreto; un no crítico. Es aquella negación que al alimón presupone y acrece la libertad de quien la emite, un “Unterchiedswesen”.
He leído estos días resmas y resmas de comunicados repletos de tópicos y jaculatorias que avisan del peligro que corre la “separación de poderes” (?), señal de que tal separación no existe, pues nadie parece autorizado a conjurarlo activamente, y tampoco se ve en el horizonte un juez Coke capaz de decirle al Jacobito de La Moncloa la verdad en la cara, aunque luego se desmayara. Para quien quiera entenderlo, sólo queda “La ponerología política” de Lobaczewski rescatada en España, donde todo es olvido, por Hughes.
En ese portentoso ensayo el psiquiatra polaco traía a colación el documentado caso de “personalidad caracteropática” de Guillermo II. Puesto que el común de la población tiende a identificarse con el emperador, y a través de él con un sistema de gobierno específico, el material caracteropático que procedía del káiser, sostiene Lobaczewski, llevó a muchos alemanes a perder progresivamente el sentido común.
–Gran parte de la sociedad alemana absorbió material psicopatológico, y adoptó la forma irrealista de pensamiento mediante la cual los eslóganes se convierten en argumentos sólidos y los verdaderos datos son sometidos a una selección subconsciente.
A través de su experiencia en el comunismo, Lobaczewski describe el proceso mediante el cual los individuos paranoides toman consciencia de su poder influyente para esclavizar a la gente e intentan sacar ventaja de esta situación de una manera “patológicamente egotista”. El modelo principal de personalidad paranoide es Lenin.
En el teatrillo de la investidura asistimos al entierro del Derecho como si fuera el entierro de la Sardina.
–El Derecho –suspira Zibin, el protagonista de Yuri Dombrovski– es la facultad de las cosas inútiles. En el mundo sólo existe la conveniencia socialista. Esto me lo enseñó una mujer, mi jueza instructora.
Mientras Narciso se mira en la fuente, que es el caldero de las brujas de Macbeth.
[Viernes, 17 de Noviembre]