viernes, 5 de julio de 2024

El nihilismo rosa bebé


La desolación de Jean Palette
 en su Andanada de los nihilistas


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La última vez que me veréis antes de que muera (“Last time to see me before I die”), es el reclamo Monty Python de la gira de John Cleese. ¿Es esto nihilismo?


Cuando Jean Palette, un amigo francés descendiente de húsares, llegó a la Andanada del “9” en Las Ventas, le pareció haber caído en un cónclave nihilista de nihilistas sistemáticos que maldecían a los bueyes de labor que se corrían en el ruedo, y pedían toros de lidia. Los bueyes fueron gratos al público de clavel, y se quedaron, pero yo no volví.


¿Qué es en realidad nihilismo? –pregunta, con sorna, el fundador de la ciencia constitucional–. Cuando una persona viaja a una velocidad superior a 40 km a la hora, señores míos, eso es nihilismo. Una respuesta profundamente aescolástica. Una respuesta, a los ojos de los estafadores, nihilista.


Dostoyevski tuvo el genio de novelar el nihilismo político en “Los demonios” como Proust novelaría luego la traición social en “La recherche…”. El novelista ruso pone en boca de uno de sus personajes: “¡Es un incendio intencionado! ¡Esto es nihilismo! ¡Si algo arde, es nihilismo!”. Es Lembke, el gobernador de la provincia, objetivo de los conspiradores, que daba órdenes que nadie cumplía.


La civilización muere en la guerra del 14, y el nihilismo (negación de la civilización) fue su causa, no su consecuencia. Aquel nihilismo se llevaba rojinegro, mientras que el de hoy, dice Muray, “es rosa bebé”: pastel baboso y corazón de oro, tarots new-age, yogures con bífidus, karma, mueslis, desarrollo de energías positivas, astrología y ocultismo-cocooning.


Muray escribió hace veinte años, pero Emmanuel Todd, que escribe ahora, ve en el nihilismo contemporáneo una pulsión destructiva de cosas y de personas, “noción muy útil a la hora de estudiar la guerra”, pues “el nihilismo tiende irresistiblemente a destruir la noción misma de verdad, a prohibir cualquier descripción razonable del mundo”. Y ve que América y Ucrania han unido sus fuerzas “sobre una base nihilista”. Remite a “El gran tablero mundial” de Brzezinski en el 97: Rusia se derrumbaba, y se podía acabar con ella, si se la separaba de Ucrania, que la privaría para siempre de su estatus imperial.


Si la guerra en Ucrania conduce finalmente a la caída del Imperio estadounidense, Brzezinski pasará a la historia de la geopolítica como el mayor humorista involuntario de todos los tiempos.


El nihilismo es un culto a la mentira: niega la realidad y la verdad. En la ideología nihilista, “que avanza sin cesar en Estado Unidos”, la traición pasa a ser algo normal: “Nuestro problema intelectual es que amamos a Estados Unidos, que nos mostró el camino para alcanzar la prosperidad y una vida tranquila… Y para aceptar plenamente la idea de que hoy están marcando la vía que conduce a la pobreza y a la atomización social, es indispensable el concepto de nihilismo”.


Pero en la colonia, la vida sigue, en forma de terracita de Ayuso, bajo el cocotero.


[Viernes, 28 de Junio]