Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Un joven aragonés colgó en las redes un video con los restos del banquete de los buitres con su rebaño de ovejas y fue linchado por los gansos de la Comunidad Científica del Cambio Climático (CCCC, a leer como Urdaci las siglas de Comisiones Obreras: cepunto, cepunto, opunto, opunto), que tildaron de mentiroso al ganadero, “pues la CCCC dice que los buitres sólo comen carne muerta”. Les faltó precisar que los buitres sólo comen carne de buey gallego y con el punto de maduración que ofrecen los chuletones del escaparate de Pedraza en Recoletos.
Si en tiempos de Russell los salvajes eran individuos serviciales que hacían lo que fuera necesario para sustentar la teoría de los antropólogos, que eran los políticos, los gansos de la CCCC son individuos serviciales que dicen lo que sea necesario para sustentar la teoría de sus señoritos, que también son los políticos.
¿Qué es un buitre? Si el buitre devora corderos, será cordero asimilado, como dijera del león el poeta Basterra, con busto en Bilbao, no muy lejos de Atapuerca, cuyos naturales se comían a otros naturales del pueblo, aunque Arsuaga, pez gordo de nuestra ciencia, sospecha que no lo hacían por hambruna, como los buitres, que al ser muchos, no disponen de muertos para todos y, en contra de su instinto, matan, dejando los corrales perdidos de huesos. Allá por el 14, el mejicano Alfonso Reyes paró en la posada de Concha Cabra, en la madrileña calle de Carretas, donde conoció a un estudiante apodado Quebrantahuesos “porque cena pajaritos fritos y deja los huesos sobre la chimenea”. Así, pues, el buitre, si mata ovejas, es necesidad, pero el ataporquense, si comía ataporquenses, vicio sería, pues ninguna variedad de gustos como la del canibalismo, según recogió Ullán de un muestrario: para los fidjianos el humano sabía a avellana; para los canacas, a banana; a los europeos, en cambio, les sabía a “insípida ternera (nada que ver con el buey Premium de Jiménez de Jamuz) con un cierto resabio a cerdo”.
En su biografía de Churchill cuenta Boris Johnson que en una gira del primer ministro por América le sirvieron un plato de pollo frito. “¿Pueden ponerme pechuga?”, preguntó a la anfitriona, y ésta, que tenía una idea de la pechuga de pollo como Basilio de la del cuello de cisne, contestó: “Señor Churchill, en este país distinguimos entre la carne blanca y la carne oscura del pollo”. Al día siguiente, la señora recibió una magnífica orquídea de parte de su huésped, y la tarjeta de acompañamiento decía: “Le quedaría muy agradecido si se prendiera usted esta flor en la carne blanca”. (Y aclara el traductor que la palabra inglesa para pechuga de pollo, “breast”, es la misma que designa el pecho humano, razón por la cual los americanos finos de entonces la eludían con la distinción entre carne blanca y carne oscura.)
–Un chuletón al punto, para mí es imbatible –es la frase más elevada que se conoce de Sánchez.
¿Vivo o muerto, el chuletón?
[Viernes, 19 de Agosto]