martes, 2 de agosto de 2022

Flamenco de Estado


Cocteau, Weissweiler y Dermit

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El proverbial “sentido jurídico” que Albornoz atribuía a los españoles por la herencia romana cabe en el tuit de un Señor Asertivo que resume la actividad de los covachuelistas del Régimen. “PSOE sin mayoría absoluta: ley contra la violencia de género, ley de memoria histórica, ley de cambio climático, ley trans, ley de memoria democrática… El PP con mayoría absoluta: ley de Flamenco”, anunciada por Bonilla en su investidura (¿qué rito sea ése en una democracia?), que ahí gana por la mano a Feijoo, que no hizo la de la Muñeira, y a Ayuso, que nos debe la del Schotis para darle identidad al Distrito Federal del Estado Compuesto pasteleado por los jurisperitos del partido. Para que luego digan que todos somos iguales.
    

¡Pero cómo vamos a ser iguales, si ellos van a trabajar y nosotros vamos a acostarnos! –le dijo, volviendo de una juerga, Chiquetete al doctor Pedro Rivera, que había visto a un guitarrista caerse al suelo dormido mientras tocaba, y que se lo contó a Valenzuela.
    

Que no se diga que con Bonilla la Derecha renuncia a batallar en la Guerra Cultural, que dura ya más años que la del Peloponeso: con la ley Bonilla nace el flamenco de Estado, que es un Estado de uña larga, como tenemos comprobado en el saldo.


    ¿Cante flamenco o cante gitano?, preguntó una vez Ruano. “Cante gitano”, contestó sin pestañear Pastora Imperio, para quien sólo hasta tres personas, como máximo, pueden conjuntar una cosa gitana: “Más ya es una verbena”.


    –España sólo sirve para el flamenco y el vino tinto.
    

Eso soltó en un Foro de la Primavera Árabe (el chiringuito de Obama para “democratizar” a tiros la Mesopotamia) un tal Boucher, embajador gringo en la OCDE. El delegado de Zetapé, López Garrido, exigió a Boucher que retirara sus palabras, pero el gringo se negó y López Garrido se la envainó. Diez años más tarde, Boucher, junto con otro centenar de “rinos”, firmó un manifiesto electoral contra Trump, en nombre de la paz mundial, y pedían el voto para Sleepy Joe.
    

¡Flamenco y vino tinto! Por eso eligen y elogian nuestros Eventos. ¡Qué gran país para Eventos! No sé a qué espera el gobierno (que en España es el que legisla) para hacer una Ley de Eventos que diga cómo montar flamenquitos como los de Pemán a Cocteau, pero a los Boucher de turno (¿cuántos Boucher habrá en la Otan?) y con cargo al contribuyente.
    

Dispuesto a llorar (a llorar físicamente) por nuestra civilización, Cocteau gustaba de dejarse caer por Andalucía, en casa de Pemán, con su mecenas, Francine Weissweiler, y su ahijado (y amante), Édourd Dermit. Una noche un reportero lo “pescó” en un tablao bailando con una Terremoto de Cádiz, y al día siguiente hubo que echar la jornada en rescatar las fotos del flamante académico de la Francesa: el baile flamenco, cuenta Pemán, no entraba en el índice de las expresiones que un académico francés podía permitirse; se dio con las fotos y se quemaron con solemnidad.


    –Es pena. Porque en ellas las manos de Cocteau habían alcanzado el grado máximo de su exhibición estética.

[Martes, 26 de Julio]

  


Boucher, flamenco y vino tinto