Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Un país que debe PIB y medio vive en la misma situación que el esclavo de un camello en la Cañada de los 80. Tiene muchos jefes, y mandan mediante capataces como Sánchez, intelectual y moralmente un gañán que mete miedo.
Los escandalizados por el setentayochismo con faldas y a lo loco de Feijoo en el periódico de las elites han de saber que, desde el 73, el caballo de la oligarquía española es el Psoe (eso explica la “clandestinidad” de González y Guerra), y la función reservada al partido que juega a representar a la derecha política es limpiar la cuadra cuando el “cuchu” se hace irrespirable, dicho sea en imagen transversal al alcance de nuestros famosos aficionados a los caballos, Savater, Bono o Griñán, que firmaba “Riu Kiu” sus artículos en “Corta Cabeza”, la revista hípica de su padre, oficial del cuarto militar del General. Ese arreglo fue el 78, inspirado en el arreglo del 94 francés.
Un gran estudioso de ambos procesos vio en la Constitución del miedo francés del 94 el producto reaccionario del primer consenso constituyente de lo que luego se llamaría clase política: “Sus artífices, monárquicos emergidos de la clandestinidad y ex terroristas renegados de la legalidad republicana, deconstruyeron el régimen jacobino para separar al Estado de la esfera económico-social y desmotivar el interés del pueblo en la política, convirtiéndose ellos mismos en diputados perpetuos de la soberanía nacional”.
–La representación idealizada de esta “belleza” liberal corrió a cargo de Benjamin Constant, que hizo la apología del corrupto Directorio de la izquierda revolucionaria con la esperanza, frustrada, de entrar en él.
Correspondió a los doctrinarios de la Restauración, prosigue nuestro ensayista, la tarea de sublimar este miedo con las grandilocuencias del liberalismo continental, y uno de ellos, Pierre Paul Royer-Collard, tuvo la sinceridad de reconocer en 1822 la realidad que se escondía tras la “ficción liberal” desde la misma presidencia de la Cámara de diputados: “Es así como nos hemos convertido en un pueblo de administrados, bajo la mano de funcionarios irresponsables, centralizados ellos mismos en el poder del que son ministros”.
El Psoe, que hereda el falangismo social de la Revolución Pendiente (no hubo sino que sustituir el bigotín por la barbita), sale del otro Régimen convertido en el depositario de la proverbial envidia igualitaria española, su éxito.
En el 76, en Periodismo corría el rumor de que un profesor torcía por el Psoe, y lo mirábamos como podía mirarse (¡entonces!) a una mujer barbuda. Les faltaba poco para el salto. Como decían los nihilistas de Dostoyevski (“esos bastardos”, que diría Almeida), el entusiasmo de la juventud de hoy es tan puro como lo era en nuestro tiempo. Sólo ha ocurrido una cosa: la sustitución de un género de belleza por otro.
–Toda la confusión proviene de tener que decidir qué es más bello: Shakespeare o un par de zapatos, Rafael o el petróleo.
[Martes, 15 de Agosto]