martes, 16 de agosto de 2022

La Corrida Concurso de Cenicientos. Hasta para ser toro hay que tener suerte en la vida. Márquez & Moore

 

La Quinta, en quinta

 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Ante la poco atractiva propuesta de volver a ver la enésima de Fuente Ymbro en Madrid, a la que ni fue el ganadero, que estaba tan a gusto en Málaga, la afición en masa se lanzó en dirección a a Cenicientos, donde se había programado una corrida concurso de ganaderías. No vamos a repetir otra vez lo de Fernández Salcedo en su libro y conferencia a tenor de las corridas concurso: nota, reata, fachada, tipo, nota del padre y de la madre y comparación con resultados de otros hermanos, son a grandes rasgos los elementos que el eminente escritor, cuyo libro fue prologado por Aleas, proponía como imprescindibles para una óptima selección del ejemplar a concurso. La verdad es que a la vista de las corridas concurso que uno lleva contempladas da más la impresión de que lo que se mira es fachada, fachada y fachada, por encima de otras consideraciones, y si sale con barba, San José, y si no, la Purísima Concepción.
 

Para fachadas, la de los seis galanes que echaron ayer en la Plaza de Toros de Cenicientos: La Quinta, Partido de Resina, Juan Luis Fraile, Samuel Flores, Peñajara y Adolfo Martín fueron las ganaderías elegidas. Frente a ellos Sergio Serrano, David Galván y Adrián de Torres, los toreros que se pueden esperar cuando en el cartel hay toros de los que meten miedo, esos toros que se van al desolladero con los pitones tal y como salieron del chiquero, que ni se astillan ni se descomponen, y de los que rara vez sacan la lengua a la vista del público: una corrida perfecta para haber visto a José Tomás hacer sus monadas, apunta un severo aficionado.


El primero, Bebedor, número 63, de La Quinta, serio por delante y descolgado por detrás, acudió al caballo por tres veces como el que va a trabajar a la oficina y luego ofreció sus embestidas nobles y faltas de malas intenciones, mejores las del derecho, ante las que Sergio Serrano, que debía venir mentalizado para la lucha cuerpo a cuerpo, no dio ni mucho menos su mejor nota. El toro se fue al otro mundo sin conocer el misterio del toreo y, como dijo aquél, hasta para ser toro hay que tener suerte en la vida. Por ponerle un pero a Bebedor, nos hubiera gustado un poquito más de casta y de viveza. Cuando, al entrar a matar, Serrano se cae en la cara el animal ni le mira ni hace por él. Por ese lado nos alegramos de la ausencia de casta, claro.
 

El Partido de Resina, Fragoso, número 42 salió del chiquero con un golpe fuerte en el testuz. Una preciosidad de animal, bello y armónico, hocico de rata y descarado de pitones. Su primera entrada al caballo fue la más potente de cuantas se registraron en la tarde y su manera de empujar en esa vara nos hizo concebir las mejores esperanzas, que no tardaron en verse defraudadas porque a ojos vista se comprobaba cómo el animal se iba quedando en nada. No se vino arriba en banderillas y la labor con la muleta de David Galván fue la de administrar como pudo los medios pases y los cabezazos hacia arriba de Fragoso. Al arrastrar al toro creo que el único espectador que se levantó a aplaudir al toro fue el que firma esto, porque también los toros bonitos merecen un aplauso.
 

El graciliano de Carolina Fraile era el nieto del toro de la piedra de Clunia. Serio como un Catedrático de Penal de los cuarenta, armado como para mil batallas, con un delicioso punto de incierta mansedumbre que le hace volver grupas al sentir el hierro en su espalda por vez primera y orientarse hacia chiqueros, Jaquetón, número 50, nos da parte de lo que veníamos a ver y permite a Adrián de Torres poner a funcionar su decisión y su valor para ir haciéndose con el toro, para tratar de sujetarle cuando quiere irse del vis a vis, para aguantar impávido dos parones terroríficos y para, finalmente, encajarle sus firmes muletazos metido en el terreno del toro, componiendo una interesante faena a más que se frustra con la espada, que ya sabemos que de Torres no es el As de Espadas.
 

El de Samuel Flores, Giralda, número 50, era un tío de amplios pechos y con mucha leña, listón y algo chorreado, muy de la casa. También el papel que jugó fue el propio de lo que viene siendo su casa desde hace ya unos cuantos años, presentando unas embestidas más bien descastadas y algo sosas. Acudió al caballo a que le picasen más bien poco y se fue apagando ante los ojos del respetable sin que las mañas de Sergio Serrano consiguieran llevar una poco de ilusión al tendido. Había que estar ahí frente al de Samuel, pero el animal tampoco fue agresivo ni tuvo mala baba para con su matador. Un hábil espadazo echándose afuera, puso fin a la vida de Giralda.
 

Esperábamos con atención al de Peñajara y por chiqueros salió Bienpeinado, número 118, un burraco con la capa de un Veragua de los de antes del lío jabonero. Toro muy voluminoso y fuerte de preciosa lámina que acudió cuatro veces al caballo con viveza y energía y que fue apagándose en la muleta de un David Galván, que acaso no entendió las condiciones del toro, optando por el cite a las afueras y luego por las cercanías, componiendo una faena de poco compromiso que no sacó del animal lo que parecía prometer. Acabó con él de estocada contraria de muy buena ejecución.
 

Por último apareció Resabiado, número 8 de Adolfo Martín, muy en tipo de la casa, serio, cárdeno y veleto. Lo recibió Adrián de Torres con unas inspiradas verónicas de aire muy ligero y alegre, que fueron muy ovacionadas. El toro demostró cierta blandura de remos y acudió por tres veces al caballo, donde se le pegó de menos. Resabiado era la máquina de embestir y de nuevo, con otro toro de muy distinto signo a su primero, Adrián de Torres volvió a dejar su tarjeta de presentación esta vez a base de temple, de tirar del toro y de conducir con muy buen aire las excelentes embestidas del adolfo, que araba la arena con el hocico. Este es el típico toro que pone a prueba las condiciones de un torero, aunque preocupante debería ser este toro para el ganadero, por esa pérdida de chispa, de picante, que está demostrando últimamente la vacada, porque la verdad es que a este Adolfo, si le quitamos la pinta, la cuerna, los ojos huecos,  lo que le está quedando es el toro comercial de primera. Un pinchazo hondo al segundo intento y un descabello remataron la segunda intervención de Adrián de Torres, que ya debería estar sonando para otoño en Las Ventas.
La Presidencia, acertada. Los picadores de mal a muy mal.

 


Adrián de Torres, que ya debería estar sonando

 para Otoño en Las Ventas

 

ANDREW MOORE

 


 

El quinto Bebedor

 

 

El pablorromero Fragoso



 

El samuel Giralda

 


Bienpeinado al ataque

 

Bienpeinado al encuentro


El graciliano carolino Jaquetón

 


 

Resabiado embistiendo a todo


 


 

El peñajara Bienpeinado

 

 


 

El adolfo Resabiado

 

Orejona


FIN