viernes, 18 de junio de 2021

El Efecto Ayuso


 

 

Hughes

Abc


Han sido muy celebradas entre el público de derechas las palabras de Ayuso sobre el aborto. Ayuso ha presentado para Madrid lo que se ha querido ver como un programa de gobierno nacional. Pero un programa de gobierno que deja sin tocar el peliagudo tema de las lenguas, la ideología de género y la memoria histórica es un cambio muy relativo. Por supuesto, tampoco toca lo territorial. Ayuso se lanza, incluso más allá de sus competencia, a hacer política nacional. Se sale un poco de sus zapatos. Ayuso hace política nacional desde Madrid, subrayando el autonomismo de su partido, ya considerable. Inolvidable fue aquel “Madrid DF”.


Pero Ayuso hace otra cosa. Su discurso usurpa el lugar de Vox. Habla del aborto pero es Vox quien ‘da la batalla’ con el asunto. Ayuso ocupa una zona de Abascal pero está en el PP y por eso sus propuestas sobre natalidad o eliminación de cargos, influidas por Vox, no son consideradas populismo sino liberalismo. Ayuso habla un poco como Vox, pero pasa por liberal. Es admitida. De esa forma, parte de la carga política de Vox es filtrada hacia el discurso general y las televisiones, donde Vox solo aparece si hay un negro, un gay o una mujer agredida de por medio, reforzando la caricatura. Ayuso vampiriza parte de su mensaje y no sólo su contenido, también un cierto aire retador y rupturista que ha hecho suyo. Esto ha bloqueado aun más la expansión de Vox hacia el público general. Es otro dique. Se vio claramente con la polémica sobre el Rey en Colón. Eso que dijo Ayuso activó un circuito que se repite estos meses:
 

-Ayuso dice algo rompedor que casi parece un lapsus o tiene un puntito negligente.
 

-Comienzan los ataques obsesivos en la izquierda. Aquí ganan todos. El PSOE encuentra un objetivo y ella un efecto de solidaridad ya demostrado.

 

-‘Ayuso vs PSOE’ polariza el debate, y aparece la plana mayor del PP para centrarlo. Casado interviene institucionalizando lo del Mocito Feliz.


-Ayuso aclara o matiza y se produce, tras la discordia primera, un intento de síntesis de Ayuso-Casado que da al ‘nuevo’ PP un relieve que no tenía.


Esto, por supuesto, centra el debate, lo acapara. De Vox no se habla para nada, sólo si Ortega Smith se aleja unos pasos del grupo oficial que viste el luto de ‘viogen’. Sólo salen por algo que, suficientemente mal explicado, les deje en un lugar solitario y lejano. Y el PP no sólo ocupa el debate, es que lo hace ganando el centro cada vez. Esa labor de Casado, que está hasta en la sopa, al entrar es un permanente ‘ir ganando el centro’, siempre entre Ayuso y la izquierda. Siempre reforzando la idea de la moderación, repitiendo ese movimiento una y otra vez. Pero ahí está todo, en ese diálogo, en ese teatrillo: lo progre, lo ‘ultra’, lo moderado. Con esa dialéctica se comen las portadas y los telediarios y Vox, que estaba a nada del sorpasso, no se come un rosco en los medios y ve interrumpida su extensión y popularización.
 

Ayuso, sin embargo, está todo el tiempo en el candelero. Todos los días. Todos los días dice algo, hace algo, inicia algo que se lleva el foco. Y si no, va donde Bertín. Se diría que hace algo parecido a Cayetana, una versión más incisiva y aguda del PP, pero sin reñir con Vox, sin subirse al púlpito liberal. Ayuso no levanta suspicacias ni rechazo, hay un halo de empatía. Esa dualidad debilidad-atrevimiento suya apasiona al madrileño.
 

En la actitud de Vox ante este fenómeno de Ayuso parece que pueda dibujarse la evolución y límites del partido. Cuando Casado se fue al centro rompiendo con Abascal en el Congreso, dejaba mucho territorio a su derecha. Él podía correr al centro, pero todo lo que abandonase sería para Vox. Sin embargo, con Ayuso, esto no es necesariamente así. Mientras Casado va a caballo hacia el dorado centro, arrasando las tribus dubitativas de Ciudadanos, alguien le sostiene el espacio planteándole a Vox una resistencia, como un fuerte, como una cordillera… Ese retén pepero del que parece que a veces el propio PP se ha olvidado es el efecto Ayuso, y, bien utilizado, sujeta mucho al PP, que podría ganar por el centro sin perder tanto por la derecha (en una variante fantástica, el retén Ayuso se alía con Vox, que se apodera de la derecha unificándola como Gengis Kan el Imperio Mongol).

Ayuso bloquea el avance de Vox y le permiten (por el momento) un juego anfibio: resabios populistas de Evita de las Camelias, pero homologación liberal del discurso. Esa homologación Vox no la tiene. Ha recibido sólo la de Segunda Derecha, la Otra (como la cadena), la derecha minoritaria muy cafetera que recupera el voto de los descontentos, de los muy hartos, y hasta el voto obrero que jamás votaría al PP. Vox puede ir a que le abran la crisma a ‘los barrios’. Pero no mucho más. ¿Se contentará con ese papel que le permiten desempeñar?
 

Esto puede ser bueno para el famoso ‘centroderecha’, que cifra el objetivo nacional en una única cosa: echar a Sánchez, pero dejaría en muy poco las intenciones iniciales de Vox. Sin embargo, su labor de oposición y alternativa no ha parado. Está en los tribunales, en los planteamientos de lucha ideológica, hasta en tremendismos como eliminar Telemadrid (con el resto funcionando), o en ‘honestidades brutales’ como decirle al negro ilegal que era ilegal, o negar la mayor al feminismo hegemónico. Vox hace una oposición real al gobierno, pero eso no se ve. Se ve a Casado pintiparado, y a una terna Casado-Almeida-Ayuso que es, bien mirado, una gradación perfecta de matices. Flojo, medio, intenso. La titánica labor de Olona no llega a la superficie.
 

Vox, de alguna forma, sostiene la ventana de Overton, el marco de lo que se puede decir. Vox la amplia y la lleva sobre sus hombros y por debajo Ayuso entra y sale. Vox recuerda al currante-voxero que llevaba el pladur a las espaldas. Vox lleva encima el gran ventanal de Overton pero lo está aprovechando Ayuso, que hoy presume de lucha ideológica con el aborto, por ejemplo.


El Efecto Ayuso parece una cosa importante que puede limitar la evolución de Vox dejando las cosas más o menos donde estaban. De otro modo: ¿quiere o puede Vox superar realmente al PP? ¿Puede hacerlo sin atacar la consistencia real del Efecto Ayuso?