martes, 23 de enero de 2018

Óscar Pérez



Hughes
Abc

Qué pocas sensibilidades ibéricas han movido las últimas horas de Óscar Pérez. Aquel piloto del helicóptero que sobrevoló Caracas, el rebelde de los ojos azules. Era tan cinematográfico que parecía un montaje del chavismo. Participó después en un robo de armamento. En sus acciones no dejó muertos. Aleccionaba a los militares para que abrieran los ojos.

“Su acción era el viejo ejemplarismo. Querían fraguar un movimiento real de fractura siguiendo la influencia de militares como Vivas o Baduel”, se lo explicó días después Alberto Franceschi a Jaime Bayly en su programa de televisión, en Miami, para gran parte de Hispanoamérica. Aquí estamos al margen de todo: una burbuja euroburocrática.

“Vamos a conspirar”, respondió el presentador. Venezuela tiene pocas opciones: la insurrección civil multitudinaria, la intervención extranjera o quizás otra cosa que podría empezar en Colombia. En el cambio en Colombia. “Es clave que gane el uribismo”, aseguró Bayly. “Y quiero que tú seas el preidente de una Venezuela democrática. Os voy a reunir”.

Franceschi es un terremoto gesticulante de libertad teorizada en un español candente, que pasa del humor a la ira en un segundo; Pérez era un héroe de libertad activa. ¿Por qué gente así nos interesa tan poco? ¿Qué se fizo de los innumerables liberales españoles? La palabra libertad en la boca, y cuando la ven… “La oposición venezolana es de comiquita, y este joven (Pérez) hablaba en serio”. Así habla Franceschi, harto y requeteharto de la oposición comparsa, que es la que aquí se lleva la atención. Diálogo no, transacción tampoco.

Pérez fue ejecutado. Descubrir sus vídeos en plena madrugada, en directo, aseguraba el insomnio. Sangrando, con el interior reventado por los bombazos, le hablaba a Venezuela, a sus hijos, en nombre de la Libertad, encomendado a Jesucristo. Terror en los ojos azules. Llamaba a Venezuela, pero Venezuela no terminaba de responder. Se aprende mucho leyendo a los venezolanos, muchos consideran a Pérez un ingenuo por pensar que el pueblo le respondería. Como sus compañeros, fue ejecutado con un tiro en la cabeza. Rendidos, no se les hizo prisioneros ni se les juzgó. Su madre pidió en vano el cadáver. Un delito de lesa humanidad visto en directo.

El generalato venezolano no afín al chavismo está preso. Los hijos de Baduel siguen protestando ante el silencio español. El ejército y los grupos quedan así como el último bastión de un régimen convertido, según muchos expertos, en una plataforma logística para lo peor imaginable. “Sobre el alma criminal, malandra, de los hampones, cayó el magisterio revolucionario cubano. Son venezolanos que ya son cubanos de puro castrista”. Lo dice Franceschi desde su exilio, hablando de libertad en un idioma tan vivo que no parece el nuestro.