sábado, 6 de enero de 2018

Blockbuster



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Manuel Borja, el Pablo Motos del Arte en España, prometió un taquillón (un “blockbuster”, en el argot), pero el “Camino Guernica” de Picasso en el Sofidú (“Piedad y Terror en Picasso. El camino a Guernica”) tuvo 681.127 visitantes, que vienen a ser, proporcionalmente, los mismos que una vez fuimos a ver el “Camino Soria” de Gabinete Caligari a Soria, y desde luego bastantes menos de los que vamos cada año a la feria de San Isidro, lo cual está muy bien, pues indica que la gente (¡el populismo!) aún prefiere el original a la copia.

Son las cosas del “Guernica”, que no es una traslación de la Adoración de los Reyes Magos, como sostenía Eugenio Granell (si lo fuera, los comunistas madrileños, en vez de una “drag queen” como “La Prohibida”, pondrían un toro como “Cazarrata” en la Cabalgata); es un arrebato por la muerte de Sánchez Mejías que Picasso le colocó para la Exposición de París al gobierno de la República, que pasó vergüenza.

Cuando se habló de colgar el cuadro en el Prado, Albornoz, un exiliado “comme il faut” (se negó a regresar a España hasta el 76, cuando Bergamín lo hiciera de la mano de Pemán en el 58), escribió “Una noche en el Museo del Prado”, imaginando el aquelarre que se desataría en aquel lugar, de ser “profanado por la presencia del ‘Guernica’”.

Yo me he atrevido a mucho –hace decir a Goya en el cuento–, pero nunca me hubiera aventurado a pintar nada parecido.

La “venganza” del “Guernica” no se hizo esperar. En la versión inglesa del libro “El drama de la formación de España y los españoles”, el editor, amigo de Albornoz, pero desconocedor de su “devoción” por Picasso, puso en la cubierta… ¡el “Guernica”!, el mismo en que Juan Larrea creyó ver al pueblo en el toro, y en el caballo, a Franco, mientras Oteiza, con un remo de Orio en ristre, afirmaba que el toro era español, pero el caballo, vasco.

Al “blockbuster” del Sofidú le hubiera convenido que la “berlangada” de la exhumación judicial de Dalí cayera en Picasso.