Abc
Paco Jémez (“ludere semper, ut semper amissa”, sería su lema en latín de Google) representa la franquicia vallecana del pepismo, o ismo de Pep Guardiola, el Espartaco de Sampedor.
Stalin estableció como dogma en la educación soviética que la rebelión de Espartaco dio el matarile al Imperio Romano, y así lo repetían, bajo pena de gulag, los loros (nada que ver con el oro) de Moscú.
Algo sospechábamos en su día, pero uno no sabía a qué régimen nos enfrentábamos con el pretexto del fútbol hasta que en el “As”, donde las chicas de Hebrero San Martín, hemos leído que el Barcelona de Guardiola fue “un ejemplo ético”, además de un “vector de decencia estética”.
–Nulla ethica sine aesthetica! –dijeron los latinos.
–Nulla aesthetica sine ethica, ergo apaga y vámonos –dice una leyenda urbana que, en los 60, dijo José María Valverde, catedrático de Estética, para irse de la universidad d Barcelona en protesta por la expulsión de Tierno, Aranguren y García Calvo de la universidad de Madrid.
Con su postura de cabreo porque a él no lo habían expulsado, Valverde inventó el tiquitaca universitario, que todavía padecemos, con un revoltijo estético que lo llevó a traducir el “Ulises” de Joyce y un retortijón ético que lo llevó a apoyar el mamoneo cubano de los hermano Castro.
Son los mismos revoltijos estéticos y retortijones éticos que llevan a un periódico deportivo de Madrid a proponer como “ejemplo ético” al club del “vector de decencia estética” que con el Espartaco de Sampedor se puso al frente de la sedición catalana, con sus personajes más famosos silbando cada vez que pasaban delante de una delegación de Hacienda, mientras la cafrería separatista cantaba “Madrid ens roba”.
–El Barça de hace muy poco fue un ejemplo ético. El de hoy lo podría entrenar Mourinho –remacha el hesteta hético del ejemplo.
La “hestética”, nos dice Juan Luis Romero Peche, el hombre que la estudió en su “Libelo contra los estetas”, es un fenómeno de desvarío colectivo con reveladores matices de respeto (mal entendido), incultura (bien aprehendida) y elitismo (que ni se entiende ni aprehende, pero se ejerce con demagógico machamartillo).
Los “hestetas” son bípedos de hábitat difuso, pero siempre apoltronados en una orilla izquierda políticamente correcta.
El “hesteta” considera “artístico” a todo lo que procede de lo que sin rubor se denomina “expresión de sentimientos”.
–Xavi quiere meter un gol para dedicárselo a un niño con cáncer –dijo un radiofonista “hestético” en un partido contra el Milán.
La apreciación de la Belleza, insiste Romero Peche, es a los fantasmeos de los “hestetas” como el amor cortés a las sudorosas maniobras con una muñeca hinchable.
Mas los “hestetas” sobrevivirán a todo, porque los suyos siempre serán argumentos progresistas y rebeldes, es decir, sentimentales.
En el Barcelona, pues, el Pitu Abelardo, tan calvo, tan rojo y tan sentimental como el Pep, sustituirá al pobre Luis Enrique, que pretendía enterrar con dos tripletes la leyenda del Espartaco de Sampedor.
Y en el Madrid todo está pendiente de lo que gane Zidane, que, de momento, viene de ganar a Paco Jémez, ahorcado con su propia corbata de Mortadelo cuando tenía al vampiro de Murnau con dos estacas en el corazón. Yo de Pellegrini ya estaría dándome alcohol en la carótida.
FÚTBOL Y PEGADA
Mucho se habla de la pegada florentina de la BBC de Bale, Benzema y Cristiano, el “atleta portugués”, que dice, no sabemos con qué intención, el culé Bayly. Y hora nos enteramos de que, por un lado, el polaco Dudek salió del Liverpool quedándose con las ganas de pegar a Benítez en la cara (“A voice in my head was telling me to punch him”), y por el otro, el francés Cantona salió de la Premier quedándose con las ganas de “pegar más duro al seguidor del Crystal Palace”, mientras el marqués de nuestro Combinado Autonómico explica a la gente que los jugadores no quieren que los cambien y ponen la cara larga: “Los técnicos somos esclavos de la tiranía de los jugadores”. Este hombre habla como Aristóteles.