Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Para ser derbi, un derbi ha de ofrecer intriga, y ahora mismo hay más intriga en un viaje en tren a Valladolid que en un Atlético de Madrid-Real Madrid de Liga.
Cómo estará la cosa de pasmada que en Twitter una cuenta madridista ha recurrido al latín para crear ambiente (“Athletica Matritensis-Regia Matritensis. Solis die 20,30. Vincentio Calderon”, anunciaba ayer el derbi, como queriendo atraer a los curas), cuarenta años después de que el ministro Solís, precisamente, prometiera en las Cortes más fútbol y menos latín, porque, después de todo, ¿para qué sirve el latín? A lo que el procurador Adolfo Muñoz Alonso (padre del “Maestro Reverendo”, el pianista de la Movida), que era de Peñafiel y profesor de la Complutense (antes de que Podemos la convirtiera en Escuela de Barrenderos), contestó desde su escaño:
–Por de pronto, señor ministro, para que a Su Señoría, que ha nacido en Cabra, le llamen egabrense y no otra cosa.
Pero ganó Solís, es decir, el fútbol, esa cosa a la que juega incluso Pablemos, que anda cargadito de espaldas para que su marcador no sepa nunca ni cuándo se corcoviene ni cuándo se corcová, lo cual tiene su intriga.
El derbi madrileño, en cambio, tiene menos intriga que un viaje a Valladolid, la tierra de Muñoz Alonso.
El otro día, el tren en que viajaba un amigo a Valladolid, paró, de pronto, en medio del campo. “Hemos oído un golpe, que parce ser el de un cuerpo, aunque no sabemos si se trata de persona o animal”, anunció la megafonía.
Como en el tren no viajaba la Celia, que se encarga de la cantina municipal de la Cultura en Madrid y que todo cuanto hace (prohibir los toros, dar bolilla a las ratas) lo hace en defensa de los derechos de los animales y los rojos, dejando los deberes para los fachas, las pesquisas llevaron sus buenas horas.
Apareció el cuerpo, “que es de persona, pero falta la cabeza”.
–Según nuestras conjeturas –avanzó la megafonía–, la cabeza está en la curva.
¡La curva del suicida!
¿Qué intriga semejante ofreció ayer el derbi madrileño?
Llevado a la sociología política, al Madrid se lo representa como a la derechona, cuyo rasgo característico sería el desprecio, y al Atlético, como a la izquierdona, cuyo rasgo característico sería el resentimiento.
Pero en Madrid, antiatlético, antiatlético, sólo fue Bernabéu, que no aguantaba el antimadridismo que sustenta a los atléticos. “¡Lo llevan en la masa de la sangre!”
–Conozco al Atlético desde 1910. Luego construyó su campo de O’Donnell, para diez mil personas. Nos dio envidia porque en el nuestro sólo cabían mil. Entre los dos campos había una casa de señoritas que todos visitábamos con la natural frecuencia. En mi álbum tengo una foto vestido de rojiblanco allí.
Hoy, las charangas mediáticas tapan la falta de intriga del derbi con estadísticas torticeras. Cuando el Madrid ganaba el derbi sin bajarse del autobús (antes de Ancelotti, que no vino, ay, a ganar derbis, sino orejonas), el secreto era Casillas, hasta que Piqué le dijo que le iban a meter cuatro… ¡y le metieron cuatro!, con lo que Piqué puede codearse en poderes con la bruja Adelina de los Pujol. Ahora el talismán es (era) Ramos, el “cortihero” de Camas. Y Benítez, claro, que “ha venido a ganar derbis” (¡como Ángel Nieto!), no orejonas.
Sin olvidar la colaboración publicitaria de la Comisión Permanente del Observatorio de la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, que, en conexión con el Cuerpo de Inspectores de Cornisas Progresistas del Ayuntamiento de Madrid, declaró el partido de Alto Riesgo.
LA DOCTORA CARNEIRO
Iba uno a comentar la propuesta del falangista Petón para alinear a un refugiado sirio (¡qué buena ocasión, el derbi, para probarla!), pero el derrumbe del Chelsea de Mourinho reclama nuestra atención: desde la caída del Muro de Berlín no se veía una cosa igual, por inesperada, y yo sigo pensando en la doctora Eva Carneiro, cuya desaparición del banquillo “blue” coincide con la catástrofe futbolística de un equipo que ha perdido a Courtois por grave lesión, y al resto, por incomparecencia injustificable. “Os inoculo la locura”, fue la metáfora inmunológica que puso Nietzsche en boca de Zaratustra.