Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El socialismo lozano se sube a la ola electoral de campechanía gubernamental (que incluye careos de zarzuela, con mandaderos, entre ministros) y pide explicaciones a Rajoy porque mantiene a su padre, nonagenario, en La Moncloa.
Por Foxá sabemos que la “democrática campechanía” tiene un origen divino (“como esos reyes en el destierro que acaban siendo turistas de lujo”): viene de Campeche, cerca de Yucatán, donde los hombres son de “una alegre llaneza”, que sale del maya “Ah-Kin-Pech”, y significa “quien viene del sol”, que, desde luego, no es igual que venir del “Toni 2”, que, por cierto, es lo único que queda (con sus pitracos y el taburete de Coll) de la legendaria noche madrileña, después de veinte años de Ayuntamientos del PP.
La campechanía electoral de Mariano será “género chico”, pero la campechanía socialdemócrata de Snchz es oportunismo camastrón.
Snchz tiene de la senectud una idea sacada de los Simpson, más próxima al doctor Montes que a Cicerón.
–En la senectud –dice Sir Alfred J. Ayer en “El sentido de la vida”– es preferible ser un campesino chino que uno francés, mal alimentado por tu nuera y al cuidado de los gansos.
La Moncloa pasa por ser (lo dice Max Estrella) el único rincón francés en el páramo madrileño, pero no creo yo que al señor padre de Rajoy lo tengan allí cuidando gansos.
Por otro lado, es verdad que nuestra Constitución no separa los poderes (cosa que aquí tampoco parece importar a nadie), pero, a cambio, y aunque no sea asunto constitucional, manda a divertir a los viejos, precepto que Bono cumplía enviándolos en autobús de La Mancha a Benidorm.
Pero Schz, que va a La Moncloa con tres nueras ideales (Meritxell, Zaida y Lozano), piensa sólo en el dilema de Gustavo Bueno:
–Para que los cinco ancianos del pueblo puedan sentarse en el banco de la plaza, es necesario que alguien les deje un hueco en el banco, bien sea trasladando al viejo, si es decrépito, al hospital o, en su caso, al cementerio.