Alfonso (centro), en su Andanada
José Ramón Márquez
Hoy, cuando se cumplen los cuarenta años del percance que le costó la vida a Antonio Bienvenida, se nos ha muerto Alfonso Palacios, nuestro compañero y amigo de la Andanada. Alfonso fue uno de esos aficionados que dan seriedad a la Plaza: silencioso espectador, parco en los comentarios, exigente en el aplauso, justo protestador, ha sido Alfonso uno de esos aficionados que, como otros tantos, diseminados por la Plaza, sin tener ni querer ninguna relevancia pública, buscaban cada tarde, de manera completamente irrenunciable, encontrar la pureza del toreo tal y como la habían aprendido: el toro de poder, el toreo basado en la verdad, la ley de la estocada. Porque Alfonso Palacios, armado de los mejores binoculares de Las Ventas, ha sido un permanente censor y escrutador de estocadas, siempre atentísimo a la ejecución y siempre milimetrando la posición:
-Ésa es buena, ¿no?
-Pelín desprendida...
Desde sus inicios en los altos de la Plaza de Madrid, en la legendaria andanada 8 de Juanito Parra, de la que ya apenas queda nadie, imborrable recuerdo de los caramelos SACI con los que obsequiaba el viejo aficionado, Alfonso siempre anduvo por las alturas, y en los últimos setenta se abonó en la andanada del 9, en la que ha permanecido siempre. Una sola vez se le vio en un tendido bajo del 1.
Ese día se suspendió la corrida, por lluvia.
-Alfonso, la han suspendido por culpa tuya, por no estar en tu sitio, que no te ha visto el Presidente y no ha querido que se dé sin ti. ¿Quién te manda irte de tu sitio, hombre...?
Compartimos durante muchos años fríos, calores, broncas y aplausos. Nos unió idéntica complicidad en reír a costa de Joselito Calderón, primero en su faceta de banderillero y correveidile y después en la de asesor de la Presidencia, de igual manera que compartimos la más pura devoción por Antonio Bienvenida, Antonio Chenel, Dámaso Gómez o César Rincón. Aprendimos juntos, porque el buen aficionado debe ser “orejero”, escuchando a los que sabían mucho a nuestro alrededor y hemos sido testigos de cómo toda una generación iba desapareciendo de la Andanada. Ahora, prematuramente, Alfonso -puro retrato de bonhomía y humildad-, se ha ido junto a todos aquellos, dejándonos desguarnecidos.
La verdad es que cada vez nos va faltando más gente en Las Ventas. Que la tierra te sea leve, amigo.