Antiguo caballero legionario esperando a la Caridad
La Virgen Nazarena ajustando su salida
Toreros tras el Caído
El Cristo de Gracia
Espárragos entre candelabros
Virgen de las Angustias
Francisco Javier Gómez Izquierdo
“Musha caló” el jueves. La caló es el invitado que nos señala a los que más sienten la Semana Santa. Camisa blanquísima, corbata nueva, chaqueta oscura, ellos. Vestidos elegantes y discretos ellas. Atuendos respetuosos que no se descolocan por sentirse ante un altar. Elegantes y discretos como en boda antigua. Ellos y ellas.
Jueves Santo es el culmen de la pasión cordobesa, me dice el mozo, y como le han educado trinitarios, allá que se va dos horas antes de que salga el Cristo de Gracia, “el Esparraguero”, el crucificado mejicano al que espera salir una plaza abarrotada. La plaza de los saeteros. La plaza del Alpargate, también llamada de la Talegona, la saetera muerta. Confieso que no estoy capacitado para esas paciencias, por lo que dejo a mi doña en el Alpargate y me acerco a ver la salida de Jesús y la Santísima Nazarenos por puerta ajustadísima. Es una salida que no convoca demasiado personal, y es que muy cerca, además del Esparraguero, sale también el Caído, el Cristo de los toreros, al que bajan por pendiente guijarrera esforzados costaleros. Subo hasta San Cayetano y encuentro al Caído a mitad de la cuesta. Muchos penitentes, muchas guapas de mantilla, toreros que no conozco, ¡bueno, a Chiquilín, sí!.... y mucha, muchísima multitud, pero no tanta como en el momento de salir el Señor de los Padres de Gracia. Lo veo de lejos y me impresiona el poder de convocatoria de este Esparraguero de sueltas guedejas.
La Caridad es Hermandad sin catalogar. Para ver el Cristo de la Caridad es preciso coger sitio en cualquier tramo del recorrido con más de dos horas de antelación. El público no espera por la imagen. El público espera a los legionarios. Por su desfilar, por su banda de música, y por escuchar “ soy el novio de la muerte” con las gargantas del Tercio. Veo el paso de lejos, contra una pared, empujado, y un tanto sofocado.
Las Angustias es dolorosa imagen que estos años atrás no tenía casi recorrido por salir de San Pablo junto a la carrera oficial pero ha vuelto a su casa en San Agustín y el barrio está tomado estratégicamente por los vecinos. La veo en Alfaros y volvemos hacia casa. El mozo y mi doña se quedan de nuevo en el Alpargate para encerrar al Esparraguero. Son las doce y media y no llega hasta las dos, les digo. De nada vale. Les llevo al sitio del que se han apoderado, justo a la entrada, chocolate con churros y me voy a la piltra.
-Lo que te perdiste anoche..- me dicen esta mañana-. Auténticos duelos de saetas y la banda espectacular, luciéndose con poderío. Toca el doble de marchas que cualquier otra.
El mozo puede que no sea objetivo, pero el Esparraguero no necesita legionarios para arrastrar muchedumbres.