viernes, 25 de abril de 2014

Historias




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Dice David Gistau que el independentismo se quiere ir, pero que se resiste a renunciar al patrimonio común, o sea, que el sofá con pata de garra, por la cosa sentimental, para ellos. ¿Habrá criatura más española que un separatista?

    Quienes a la caída del Muro se quedaron en Fukuyama creían que con el parlamentarismo se había acabado la Historia. No sabían que el Fin de la Historia era plagio de un invento ruso (espero no pasar con esto por “hooligan” de Putin): lo propagó en la Francia de los 30 un teósofo del KGB, Kojève, que situó el instante final de la Historia en el “contacto visual” de Hegel y Napoleón tras la batalla de Jena. Desde entonces, dice el pícaro Kojève, el mundo sólo conoció personajillos, con una excepción: Stalin.
    
La vie est ondoyant –repite Pla, que venera a Montaigne.
    
La Historia es ondulante, sobre todo en España, y ese Mayolas que tanta gracia nos hace porque nos presenta a Hernán Cortés poco menos que saliendo de la calle Aribau a la conquista de México, como en un cómic de Gallardo y Mediavilla, se limita simplemente a rescribir el pasado conforme a las leyes de memoria histórica de Zapatero, en virtud de las cuales por el mar corren las liebres, y por el monte, las sardinas.

    Literariamente, Mayolas, que hace descender a Cortés de “una pubilla amb un heretatge considerable”, es muy superior a García Montero, con sus viejos tropos de cáscara crujiente sobre la Guerra Civil, o a Pablito Iglesias, que va por las teles vendiendo un Gramsci aún más falso que el Cortés de Mayolas.

    En cualquier caso, hasta aquí llegó el zapaterismo, que incluye el cómico tiquitaca muniqués de Pep, ese “alter ego” de Zetapé, en el Bernabéu.

    De Zetapé se dice ahora que va a contar, no ante un juez, que esto es España, sino en un libro, que da más dinero, la historia de “su” Estatuto Catalán. Para entonces, puede que Mayolas ya le haya buscado entronque con Charlie Rivel, el payaso de Cubellas que, llorando, hacía reír.