Narcisos entre hojarasca
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Manda mi compadre Paco fotos de “sus” narcisos salvajes a los que espera con paciencia anual... porque son mucho más auténticos que los de criadero y uno de los milagros que en sus montes nace. A mi compadre Paco lo tiene bautizado don Ignacio con muchísimo acierto como “la paz del campo” y nadie vigila la llegada de la primavera como éste sabio en lo suyo.
En el descanso del España-Finlandia aparecieron los narcisos en el correo y los futbolistas de la selección me trajeron sin querer el mito del guapo a rabiar. Y tras los futbolistas..., los jueces de sombrero y gafas oscuras, los “juntadineros” andaluces de sonrisa jaquetona camino de la trena, el periodismo vocinglero, vergonzoso servidor a sus señores... y muchos más que teniéndose por tan guapos de cuerpo y alma profesan en ignorar lo evidente.
La selección saltó al Molinón con el partido ganado por goleada despreciando a unos finlandeses de los que sólo se sabía que Pukki estuvo en el Sevilla. A Pukki no lo vi jugar nunca vestido de palangana, pero lo mentamos hace año y pico en un partido de subveintiunos que se jugó en El Arcángel y que resolvió Michel, el centrocampista del Levante, que por entonces era del Valencia, y que creo sustituyó a un Parejo apasionado de las sotanas. Tengo para mí que los resultados de la selección se basan en la indiscutible jerarquía de dos futbolistas portentosos cuya ausencia afea en demasía un ramo de narcisos abonado con metáforas exageradas. Los Chavis son narcisos salvajes, más naturaleza que mito, que organizan a lo discreto mientras al resto se les nota demasiado el riego artificial y el abono de saco. Madrid y Barça padecen mucho cuando faltan -o a mí me lo parece- y su ausencia viste de orfandad a la selección, vulgarizando una excelencia futbolística que necesita de dos genios convertidos en imprescindibles.
El desencanto por no enamorar de oficio es aplicable a unos jueces que creen haber pastado en un paraíso de conceptos jurídicos reservado para ellos solos y ahí anda el señor Bermúdez, muy aliñado indumentariamente, siguiendo la estela del señor Garzón, convencido de la divinidad de su justicia y la torpe fealdad de sus pobres colegas. Al señor Bermúdez y al señor Garzón nunca les ha dado por bajar a esta Andalucía ayuna de Justicia, donde sólo el brusco brote de un narciso inesperado como la señora Alaya pone en su sitio a tanto jaquetón que rompe espejos de tanto mirarse en ellos.
¿Y qué decir de la sonrisa de los Directores, Delegados y sindicalistas del Empleo falso perdonando la vida desde el televisor en un delirio inocente, porque no se puede ser culpable siendo de izquierdas?
Vuelvo con los narcisos de Paco y rezo porque tarden en marchitarse, no sea pasto de venados y no los guarreen los jabalíes..
Lanzas, guardando la espalda del poder. Esta foto será mentira