Hughes
Coe se despidió con el “Britain, we did it right” y con nostalgia pop, capitalizando la última anglofilia, la última joya del Imperio. Si el deporte era la vuelta al verdor virginal tras la revolución industrial, el pop fue la expresión artística de su working class. Deporte y guitarras eléctricas son dos aportaciones británicas a la liberación del hombre moderno. Así que Coe, con su conmovedora dicción tory y su neoaristocratismo olímpico, cedió el fuego a Pelé, que salió al estadio dando abrazos al aire, como el gran abrazafarolas que es. Los Juegos morían (todo muere un domingo) y los Who demostraban que a cierta edad todo grupo rock parece Fórmula V, por muy Pete Townsend que se sea. Y callaba Julia Luna, que jamás irritó y demostró un conocimiento erudito de deportes imposibles. Julia, con su hablar modesto. Y decíamos adiós a Missy Franklin, sueño trigueño de una infinita pujanza yanqui que también declina. Adiós a la zancada ascética y redonda de Rudisha. Adiós a los tiernos parsifales estudiados del deporte francés o al tirador coreano, mortífero y ciego cual Cupido. Y hola, claro, al poderío de la nueva mujer. Delgada, hermosa y secretamente fibrada. A esa mujer para la que Isabel Marant ha inventado la zapatilla con tacón. Lo de Martirio, vamos: arreglá pero informal, pues perfectas las queremos. Y altas, y fuertes. Y capaces de lanzar la jabalina allá donde se nos pierde la mirada.
En La Gaceta