Jesulín, cuya erótica remeda Assange, el día que toreó sólo para mujeres
Aranjuez, 1994
Esa legión de fans y groupies que adoran a Assange, según
dicen, por "dar a conocer la verdad", le protege de la acusación
de delitos sexuales por la que quiere interrogarle la justicia sueca
Cristina Losada
Libertad Digital
El fenómeno Assange, como indicio del tipo de delirios más o menos
colectivos y dudosamente políticos que despierta nuestro tiempo,
resulta de mayor interés que el personaje del hacker
australiano, y a mí, en concreto, me intriga más el secreto de su éxito
como celebridad que los secretos que ha filtrado. Bill Keller, que era
director del New York Times cuando publicó los documentos,
escribió que en el curso de una presentación en Berkeley, en la que
Assange se hizo presente en una pantalla gigante –como el gran Mago de
Oz–, tuvo la impresión de que la mitad del público parecía a punto de
tirar su ropa interior a la pantalla, el ritual erótico que se reserva
para los rockeros. Keller, desde luego, no cayó fascinado, pero hay que
ver cuántos, incluidos periodistas, catedráticos, intelectuales, se han
rendido a sus encantos misteriosos y le lanzan sus paños menores en
forma de admiración y agradecimiento infinitos.
Esa legión de fans y groupies que adoran a Assange, según
dicen, por "dar a conocer la verdad", esto es, que en las guerras se
cometen crímenes, algo que nadie sospechaba, le protege de la acusación
de delitos sexuales por la que quiere interrogarle la justicia sueca.
Así que tenemos a un presunto violador convertido en un héroe, y en un
héroe de la libertad de expresión, cosas veredes, al que se persigue no
por abusar de Anna Ardin y Sofía Wilem, sino por revelar secretos
oficiales, que también, por cierto, es un delito. Sus incondicionales,
así mismo, han difundido la especie de que Ardin, una mujer vinculada a
la socialdemocracia sueca, es agente de la CIA y que todo es un sucio
truco para trasladarle a Suecia y de ahí a los Estados Unidos, donde
aseguran que le darían finiquito. "¡No hay garantías!", proclaman.
Resulta que no hay garantías en Estados de Derecho como Suecia, Gran
Bretaña y Estados Unidos. Bien. Pasen al estrado los protectores del
personaje: el Ecuador de Correa, la Venezuela de Chávez, la Rusia de
Putin. Y llévenselos, que da vergüenza.
Seguir leyendo: Click