miércoles, 29 de agosto de 2012

Suffer little children

Hughes
 
Los Smiths tienen una canción, Suffer little children, dedicada a un macabro crimen. Varios niños fueron asesinados y enterrados en los páramos de Manchester. Las lilas frescas no podían acallar el hedor imperturbable de la muerte, cantaba Morrissey, que era algo mejor que Nieves Herrero haciendo necroperiodismo. A José Bretón le llamaban Bosnio, porque estuvo en la guerra, pero es tan complicado que le podrían llamar Bosnio-Herzegovino. “Es frío, cerebral, calculador”, pero así también se puede definir a Draghi, o a Özil. No hay adjetivos para Bretón. Ni antes ni ahora. De hecho, todo el que lo conocía lo calificaba como normal. “Normal y corriente”. Normal hasta un paroxismo de normalidad. Delgaducho. Irrisorio. Bretón es el individuo cuyas mociones siempre se machacan en las reuniones vecinales. Pero Bretón puede que acabe siendo un monstruo y qué monstruo. España tiene crónica negra, pero monstruos poco convincentes. Ni furia de coca, ni ideales redentores, ni locura severa. Nada. A Bretón lo rechaza hasta la España negra, que no lo quiere. Pero incluso si fuera culpable (ahora no lo es, dígase alto a la turba justiciera) no debería cambiarnos. La justicia se mide por cómo se tramitan los despidos, los divorcios, las querellas del Sálvame. No a los mostruos. ¿Qué se puede hacer contra un mal ajeno, inconcebible, que no está en la biblia ni en los libros?