MARGE AL DESNUDO
Marge Simpson se desnuda para Playboy.
En Matrimonio y moral contaba Bertrand Russell cómo de joven pasaba horas del día leyendo a Shelley y conmoviendo así sus sentimientos:
The desire of the moth fot the star,
Of the night for the morrow.
[El anhelo del gusano por la estrela, / de la noche por la mañana.]
Y cómo de pronto dejaba esas alturas e intentaba atisbar furtivamente a la doncella de la casa desnudándose.
En España, hoy, las doncellas están en la cola del Inem, y los silvanos en celo pasan de Gamoneda al Playboy, donde les espera el desnudo amarillo de Marge para hacer realidad el imaginario del Poeta Verdadero: las corzas mellizas, el muslo pimpante, la blusa pezonera, la vulva oferente, y al fondo, ay, el balano embravecido. Que se preparen las marías hispánicas, con cinco millones de parados con los huevos llenos de amor.
En cuestión de dibujos animados, uno se quedó en los goles de Romario y en las aventuras de Vaca y Pollo, hijos de un par de piernas como las que siempre han vuelto loco a Jorge Berlanga.
Ignacio Ruiz Quintano
Marge Simpson se desnuda para Playboy.
En Matrimonio y moral contaba Bertrand Russell cómo de joven pasaba horas del día leyendo a Shelley y conmoviendo así sus sentimientos:
The desire of the moth fot the star,
Of the night for the morrow.
[El anhelo del gusano por la estrela, / de la noche por la mañana.]
Y cómo de pronto dejaba esas alturas e intentaba atisbar furtivamente a la doncella de la casa desnudándose.
En España, hoy, las doncellas están en la cola del Inem, y los silvanos en celo pasan de Gamoneda al Playboy, donde les espera el desnudo amarillo de Marge para hacer realidad el imaginario del Poeta Verdadero: las corzas mellizas, el muslo pimpante, la blusa pezonera, la vulva oferente, y al fondo, ay, el balano embravecido. Que se preparen las marías hispánicas, con cinco millones de parados con los huevos llenos de amor.
En cuestión de dibujos animados, uno se quedó en los goles de Romario y en las aventuras de Vaca y Pollo, hijos de un par de piernas como las que siempre han vuelto loco a Jorge Berlanga.
Ignacio Ruiz Quintano
