jueves, 22 de febrero de 2018

Rifles


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La prensa es la rama del poder encargada de hacer que todo parezca un accidente. Por eso, otra vez, el falso debate mediático sobre las armas en Estados Unidos, dado que las probabilidades de “enmendar” la Segunda Enmienda son cero.
La Segunda Enmienda (derecho a portar armas) es el alma democrática de América, cuyo pueblo (caso único) se constituyó en milicia para, rifle en mano, conquistar su libertad política frente al corrupto parlamentarismo inglés que negaba en América los derechos que afirmaba en Inglaterra. La Segunda Enmienda vino a ser su forma disuasoria de garantizarse constitucionalmente el derecho a impedir cualquier gobierno no constitucional, pero en Europa, donde todas las Constituciones van de arriba abajo, un camello pasaría por el ojo de una aguja antes que se entendiera la Constitución americana, la única que va de abajo arriba.

Entre la libertad y la igualdad, concepciones antitéticas, la izquierda americana juega a la igualdad, ideología totalitaria imponible sólo por la fuerza, y revuelve con la Segunda Enmienda porque es revolver con la Constitución, su gran estorbo.
A la muerte de Marx, Engels encontró en su leonera un metro cúbico de estadísticas rusas, amontonadas como material para el estudio de la renta rústica en “El Capital”. Qué ciencia más fascinante, la estadística, exclamará luego Pulitzer, para cuyo código periodístico las cifras que diera un periodista habían de superar cualquier examen.
Según las cifras del FBI, en 2005 hubo 445 homicidios por rifle y 602 por palos y martillos; en 2011, 323 contra 496; y en 2016 los homicidios por arma blanca cuadriplicaron los homicidios por rifle. Si la preocupación de la izquierda rampante fuera realmente la criminalidad, su agitación tendría por objeto la prohibición de palos, martillos y navajas, y sólo en último término, del rifle.

Éste es mi fusil –arranca el credo de los fusileros del cuerpo de marines–. Hay muchos iguales, pero éste es el mío. Es mi vida.