lunes, 2 de marzo de 2015

Isco es casta

Pisando la dudosa luz del día

 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Ay, la casta.

Ninguno de sus miembros sabe qué significa la palabra, pero el partido venezolano de Pablo Iglesias la ha puesto de moda para designar a los políticos españoles que no pillan de Venezuela porque ya son ricos, es decir, casta, es decir, intocables.

    Como Isco para Ancelotti:

    –Si Isco está bien, jugará siempre. Es innegociable.

    Hombre duro, Carletto. De hecho, el periodismo pipero ve en él al doble de Del Bosque, que, según el “As”, todo lo ha aprendido de “El conde Lucanor”.

    ¡De Hebrero San Martín al infante don Juan Manuel!
    
Lea, lea, Carletto. Lea "El conde Lucanor” y todo el “Txistu” será suyo.

    El otro innegociable es Casillas, que debe de estar a punto de anunciar su renovación. Calderón nos lo regaló hasta el 17 y el “efecto Isco” podría alargar la cosa hasta el 25.

    La casta carletta (“el pasillo de seguridad”, que decía Lui Aragonés) queda así configurada por Isco y Casillas. ¡Qué lindo, Menotti, levantarse en domingo y saber que por la noche puedes ver a Isco y Casillas!

    Hay que decir que la sociedad avanza a tal velocidad que la “titularidad innegociable” que Casillas alcanzó ya mayor con Del Bosque en el Combinado Autonómico la ha alcanzado Isco en el Madrid con poco más de veinte años.

    –¡Es tan simpático!
    
Es lo que tiene deberse al público.
    
La simpatía que su juego produce en el pipero es el sufrimiento. Ese chico sufre con el balón como el obrero con la radial, y hasta levantan el mismo polvo.

    –¡Y pensar que Unay Émery no lo quiso por gordito!
    
Si lo de Isco va en aumento, a Unay Émery lo echarán de España por haber despreciado a Isco, pero yo tengo una explicación psicológica: Émery funda toda su personalidad en sus coderas (creo que son rojas), y el tal Isco camina como si lo hiciera con los codos, caricaturizando a Émery.

    –¡En todos los campos quieren a Isco!
    
Es verdad, aunque sin llegar al cariño del Bernabéu por Iniesta, Cazorla o Llorente.
    
Ahora que ya ha conseguido que sea el segundo madridista más querido, la ruidajera mediática quiere hacer de Isco, no el mejor jugador del mundo, pues eso afectaría a la posición de Casillas, pero sí el mejor centrocampista del universo, si bien Valdano, que tiene la espina de su Canales, pide prudencia. La que no se tuvo con Gago (“¡con Gago nos ha tocado la lotería!”, decía Calderón, que se creyó los titulares de prensa). Ni, al revés, con Xavi, que desde entonces arrastra, el hombre, esa melancolía que le hace ver crecer la yerba en todos los campos.
    
Dentro de quince años, el hijo de Zidane será suplente de Casillas, pero Isco también será un “bisa” de la casta en el vestuario madridista, y pondrá y quitará jugadores y entrenadores, para que el periodismo pipero tenga algo de qué hablar.

    De momento, los goles de Isco pasan por el mismo cedazo que las paradas de Casillas: la ley de la gallina y la sardina. En lo que una gallina pone un huevo y lo cacarea hasta el aburrimiento, un sardina pone un millón en el más perfecto de los ostracismos.



TITULARES Y SUPLENTES
    El Villarreal se anunció en Madrid con un equipo de suplentes (reserva los titulare par la Copa del miércoles en Barcelona), pero la gran hipocresía nacional que se echó a la calle cuando Mourinho, por un Barça-Sporting, dijo que escamotear titulares es adulterar la competición, se ha quedado en casa. Que Marcelino administre titulares como Ancelotti administra egos. Ni siquiera el periódico gubernamental hará un editorial pidiendo la intervención del Gobierno para parar a un entrenador de fútbol que engendra violencia con sus declaraciones de fútbol. A Villar sólo le preocupa la salud del difunto Jesús Gil, y a Tebas, los pareados de unos gamberros del Betis. Es verdad que Mourinho llevó el año pasado suplentes a Liverpool. Su disculpa es que ganó y dio la Liga al City.