Francisco Javier Gómez Izquierdo
Ayer, San Lino, segundo Papa, víspera de la Merced, patrona de los frecuentadores de cárceles, o sea presos y funcionarios de prisiones, "boquis", salieron estos últimos por las calles de Madrid a explicar al personal las penurias a las que son sometidos por la autoridad gubernamental. Quién suscribe, que ha pertenecido al gremio y aún hago míos sus quebrantos, maliciaba desde hace años la deriva de la institución y así lo puse aquí cuando aún estaba en activo.
"Fueraparte" el sindiós de que un funcionario de prisiones no sea considerado agente de la autoridad, circunstancia tan insólita que escandaliza hasta la mayoría de los internos a su cargo, la reivindicación más acuciante de ayer era la temeridad -mis compañeros pusieron negligencia- de los barandas del Ministerio conocidos como don Fernando Marlaska, ministro, don Ángel Luis Ortiz, secretario general de II PP, y Miguel Ángel Vicente, director general de Educación Penal y Reinserción Social. Aseguran los funcionarios que el tercero en el escalafón, Miguel Ángel Vicente, ordena "con énfasis" a los directores de las cárceles que suavicen el tratamiento a los internos procurando no clasificar en primer grado, restando importancia a los incidentes regimentales. El funcionario de prisiones es consciente de la falta de conocimiento que tiene la sociedad de hasta dónde pude llegar la maldad de un individuo. Dos majarones, dos sicopatones, dos esquizofrénicos, dos coléricos, dos... en un módulo hacen insoportable la vida de los otros cien y si además de vesánicos miden dos metros y pesan 120 kilos -pequeñitos hay que reconcentran la mala leche- reducirlos cuando se les desata la furia y agreden a sus compañeros es tarea peliaguda, laboriosa y muy peligrosa que deben solventar los funcionarios. En mi época, con partes disciplinarios de por medio se aplicaba el Primer Grado al interno que acumulara "méritos" sin que la Dirección General de II PP desautorizara los procedimientos. Bueno, a partir del dos mil, y con las modas políticas de que los terroristas no eran tan malos, se empezó a suavizar el Régimen, pero ese interno refractario a todo tipo de Tratamiento que no se corta lo más mínimo en agredir a quien se ponga por delante y con más saña a los funcionarios... ese interno existe. Existe el degenerado que tiene relaciones sexuales en los vis a vis con cuñada en presencia del hermano, con las misma hermanas, e incluso con la madre, cosa ésta que nunca se podría demostrar en juicio, pero de la que tuvimos conocimiento allá por los 80, con una madre que a la salida de una comunicación familiar con el hijo, confesó "...pobrecito, no cuesta nada darle un poco de alegría". Hace unos días, y cuando una psicóloga entrevistaba a un interno, éste, monstruo sin bridas, se sacó el "mandao" y se masturbó sin miedo ni vergüenza. Este acto depravado que en libertad -"en la calle", decimos los del gremio- costaría al guarrón una condena segura, es posible que los barandas del Ministerio lo quieran dejar en un "pelillos a la mar".
Las agresiones a los funcionarios, numerosísimas y a diario, están en un disparadero al que no se le ve solución pues el incremento de "inadaptados" en los módulos, más que consentido, ordenado por el Ministerio, está siendo incontrolable a la par que desmoralizador. Es entendible que la sociedad en general no esté al tanto de la crueldad y perversidad de ciertos sujetos nacionales y extranjeros, pero que a los barandas del Ministerio no les quepa en la cabeza la iniquidad e inmoralidad que adorna a un tanto por ciento de la población reclusa, uno cree que los hace incapaces para gestionar y solventar la "problemática" penitenciaria.
De vuelta de la ruta mañanera, al pasar por el Zumbacón me he parado en la iglesia de San Antonio, donde tiene aposento la Virgen de la Merced, nuestra patrona. Está expuesta al pie del altar y no sé por qué, me ha parecido más triste que otras veces. Compañeros, he pedido que mire por vosotros.

