lunes, 1 de abril de 2024

Un país de gestos




Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Del país de gestas que al decir de los libros fuimos, al país de gestos en que al decir de los medios hemos quedado. Una decadencia inclusiva, la nuestra.


En el fútbol no se habla ya de otra cosa: un “mal gesto” le costó a Courtois el cruzado de la rodilla izquierda y otro “mal gesto” acaba de costarle el menisco de la rodilla derecha. También tenemos los gestos de Carvajal, que es el capitán madridista, y Rudiger, que es quien tiene el carácter madridista de capitán, al trencilla Manuera sobre los insultos a Vinicius en Pamplona, mismo lugar y mismos insultos que en el caso de Greenwood activaron el protocolo contra la violencia.


Pero Greenwood juega en el Getafe, y Vinicius, en el Real Madrid, con lo que el trencilla Manuera estaba más pendiente de los gestos (¡siempre los gestos!) de Vinicius para sacarle la tarjeta que del “Vinicius muérete” de la grada, y la señal es que el trencilla ha recibido el apoyo del CTA, que es como la casita china de los Tres Monos Sabios: Kikazaru, el mono que no oye, encargado de observar para sus amos los dioses a los humanos y transmitir sus observaciones a Mizaru, el mono que no ve, que a su vez se lo transmite a Iwazaru, el mono que no habla. Si Carvajal avisa al trencilla Manuera de los gritos de odio en el campo y el trencilla Manuera se hace el Kikazaru, lo que tiene que hacer Carvajal, como capitán, es plantarse con el equipo, y que sea lo que Dios quiera. En vez de eso, Carvajal va al Combinado Autonómico de De la Fuente (muy pronto Combinado Federal de Cubarsí) y diserta sobre la teoría del error humano arbitral como lo haría un labriego de Leganés. Eso no es un capitán.


“Mono”, por cierto, es el insulto más empleado en España contra Vinicius. Los hijos de la gran Pé pretenden eludir la acusación de racismo con el argumento de que no se lo dicen por negro, sino por tonto. Es un argumento que a ellos mismos los acredita como tontos, y, sin embargo, nadie les dice “monos” en su trabajo, ni siquiera con un gesto, que bajo ningún concepto pasarían por alto, dada la piel tan fina que con la democracia ha echado el españolejo para sus cosas. Sólo hay que ver las discusiones de tráfico. En el fútbol español, basta con un gesto para sacar de sus casillas a los cabestros de la grada y para que los trencillas te saquen la amarilla. “Caballero, caballero, ese gesto”. El quietismo se predica sólo para Vinicius, vejado por la chusma en su pedestal de estrella. Lo quieren como en la descripción de Bergamín:


Al subirse al pedestal, un cubo de madera pintado de blanco, Don Tancredo es el estoicismo elevado al cubo; es un Séneca elevado al cubo; es el senequismo español elevado al cubo… Qué duda tiene que el de Don Tancredo también es un quietismo. Miguel de Molinos, ¿no es un poco un Don Tancredo místico?


Becarios y trencillas como salidos de “Viridiana”, el chafarrinón de Buñuel, buscan para el artista Vinicius (Thomas Bernhard resume su carrera: “El arte consiste sólo en tocar cada vez mejor el instrumento que se ha elegido”) un final bergaminiano: “Y el toro ‘Zurdito’, de Miura, que, sin duda, no se fijó en él, derribó a Don Tancredo con la precisión de la luz sobre la mesa de la Última Cena”.


¿Cómo equilibrar el arte de jugar al fútbol de un portento como Vinicius frente al arte de ofenderse de los peinaovejas que mondan pipas en los estadios, no importa la categoría del graderío?


A mí me han llegado a denunciar como sospechoso de hacer gastos de escándalo algunos  de los amigos que invitaba a comer casi diariamente en mi casa –anota Ruano en sus memorias–. No podían soportar con calma tanta invitación impune.


De ahí la buena crianza que denota el gesto de Joao Félix sobre Vinicius, un tipo que en la Liga, o lo que sea lo que se juega en España, ha forzado las mismas expulsiones, dos, en 343 faltas sufridas en 170 partidos, que Vitor Roque en 7 faltas sufridas en 9 partidos: “Se le critica –dice Joao– porque es mejor que los demás. Dicen que provoca porque regatea, pero es su fútbol, un fútbol divertido, pues fútbol no es sólo dar pases y patadas”.


El gesto, según Pemán, es una bella prerrogativa del ser humano: es como la vanguardia y la avanzada de la palabra. Por eso la dignidad del gesto fue una de las características olímpicas con que Homero adornó al padre de los dioses: “Basta, en una ocasión, que Júpiter frunza las cejas y agite levemente su cabellera perfumada, para que se estremezca todo el Olimpo”. Y por eso nuestros trencillas, que todavía no han denunciado al gestor Negreira, reprimen cualquier gesto con tarjetas.


La última guerra –recuerda Foxá, hablando de la mundial– se hizo con tres gestos: la mano abierta de los fascistas, el puño cerrado de los rojos y el más intelectual y menos auténtico de Churchill y las democracias: los dedos índice y corazón abiertos para formar la V de la victoria.


Y añade que Santo Tomás decía, hablando de gestos, que el hombre posee inteligencia y manos (¡las dos cosas que están prohibidas en el fútbol!). Sin las manos, que son las ilustraciones, no hubiera nacido el lenguaje, que es el texto.


Si en Cuba jugaran al fútbol, jugarían como Vinicius. No por nada los cubanos, para indicar que una persona es perfecta, dicen: “Es así”. Y juntan en redondo el pulgar con el índice dibujando una imaginaria onza de oro, que ya no circula.



Primer Derbi