Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando una democracia la toma con la palabra democracia, se puede decir que ha entrado en patocracia, última estación del viaje de la izquierda en su huida de la realidad. “Dicen que Trump es una amenaza para la democracia; ¿lo cree usted así?”, pregunta la CNN a Kennedy, que responde:
–Tengo argumentos para decir que Biden es una amenaza mucho peor para la democracia. Es el primer presidente en la historia americana que ha utilizado las agencias federales contra sus oponentes políticos.
El mundo sólo ha conocido dos democracias: la directa de los “idiotai” en Grecia, que aquí sólo ha estudiado Rubio Esteban, y la representativa en los Estados Unidos de los Founding Fathers, a quienes James Woods agradecía ayer su previsión en la Declaración de Derechos (“¿Se imaginan la locura que la administración Biden y sus ‘lemmings’ liberales impondrían a nuestros ciudadanos?”), a propósito de los problemas de JK Rowling con la inicua ley escocesa contra los discursos de odio, animándola con una media verónica: “Brava, Ms. Rowling!”
La estrategia de los “lemmings” la resumió en su día muy bien Iglesias Turrión en un youtube: “Lo nuestro es la dictadura del proletariado, pero la palabra dictadura no hay quien la venda, así que decimos democracia, que gusta a todos”. Y ahí tenemos a los “lemmings” americanos, roe que te roe en la palabra mágica, como en el poema de Octavio Paz: dándole la vuelta, cogiéndola del rabo, azotándola, sorbiéndole sangre y tuétanos, secándola, capándola, desplumándola, destripándola, arrastrándola… hasta que de ella no quede ni la raspa. Es el proceso ponerológico hacia la patocracia final, cuando la vida se reduce al patio de locos del doctor Esquerdo que tan entretenidas estampas regaló a nuestro costumbrismo. Así la del loco que, viendo que el doctor Esquerdo estaba solo, entró a su despacho con un cuchillo y gritó: “¡Hoy no se me escapa, hoy le voy a degollar a mi gusto!”. “Bien, hombre –contestó el doctor–, me parce bien. Pero ¿has pensado lo que vas a hacer con la sangre?” El loco, desconcertado, se fue por un barreño, y entonces el doctor fue rescatado por los loqueros. O la del brindis con que otro loco, levantando su copa, sorprendió a los periodistas de la época de Camba que estaban de visita en un manicomio madrileño reporteado por el Caballero Audaz:
–Brindo por mis compañeros de reclusión, brindo por los representantes de la prensa reunidos en esta sala y, sobre todo, brindo por el doctor Esquerdo, gracias a cuyos cuidados no tardaremos en recobrar la razón, que tanta falta nos hace.
En las patocracias-franquicia, el patio del doctor Esquerdo es el Estado de Partidos. Todo en el Estado, todo por el Estado, nada sin el Estado, ¡“Resistencia” incluida!, con sus chistes de Estado, ninguno de ellos superior al del ministro marcándose un Felipe IV en busca de memoriales de Quevedo bajo las servilletas de Palacio.
[Viernes, 5 de Abril]