viernes, 5 de abril de 2024

Católicos, "ma non fanaticos"


Teilhard de Chardin


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La religión es el opio del pueblo, le urraqueó Marx a Heine. “Embriaguez”, resumió Schmitt.


Pero hace tiempo que le quitaron el vino al pueblo: prohibición en la Santa Cena en la Iglesia romana, así como en el sacerdocio general puritano-metódico-pietista. Pueblo son aquellos a los que les fue sustraído el cáliz. A cambio les conceden un sustitutivo, y se lo toman a la primera, un buen trago de cualquier matarratas.


(Su descripción de “pueblo”: “Pueblo son aquellos que no gobiernan, que no saben latín, no reciben vino en la Santa Cena, que no van a caballo sino a pie, que no conducen un Mercedes –escribe en el 56–, que no pertenecen a la elite…”)


El “Dios ha muerto” de Hegel es magia del Viernes Santo. En Heidegger es otra cosa. Donde más peligroso resulta es en Bonald: Dios muerto significa que está ausente.


Léon Bloy en “Meditaciones de un solitario”, del 16: “Alguien me señaló que la culminación de los sufrimientos del Redentor después de la Agonía del Huerto no fueron los Escupitajos, las Burlas, la Flagelación, ni la Coronación de Espinas o la Carga de la Cruz, ni siquiera la Crucifixión, sino simplemente la comparecencia ante un juez”.


Simplement la comparution devant le juge.


¡Qué no hubiera dado Pedraz por un momento así! Pero Telegram no es Dios, aunque esto podría discutírnoslo el jesuita Teilhard de Chardin. De la vieja religión hoy sólo queda el espectáculo, resumido en España por el zafio cartel de la Semana Santa sevillana. El catolicismo nos dio la nacionalidad, como descubrió Azorín leyendo al cardenal Romo, que sabía de política bastante más que el cardenal Tarancón, y de separación de poderes, bastante más que toda la judicatura del 78 junta, pues dice que la soberanía nacional, “tan decantada entre los corifeos de nuestras Cortes, no ha sido ejercida nunca ni por sueños en España”…


La soberanía del pueblo americano, única que existe en toda la extensión de la palabra, y de la que las de la Europa no son más que un simulacro…


Somos, pues, españoles por ser católicos, “ma non fanáticos”, parafraseando al tenorcete napolitano que, delante de Maeztu, daba sus datos policiales en la aduana: “Maccio ma non fanatico”. Lo que no somos es anticlericales, como prueba la multiplicación de sacamuelas o tertulianos, que son nuestros frailes de misa y olla. De esto ya se dio cuenta Bonafoux, que citaba el caso de María del Carmen Ramona Loreta de Burgos Seguí, Colombine, “un caso raro de mujer-macho”, en palabras del indio Guillén, que la visitó para “La linterna de Diógenes”. Bonafoux cuenta que Colombine fue a París en Semana Santa, se metió de rondón en la iglesia de la Sorbona y escribió: “Sentimos por anticipado el soplo de la Resurrección”. Pero, “escritora de novelas agresivas, que le habían costado hasta media docena de procesos”, a Guillén le dijo: “Hace usted bien en meterse con España. Soy española, pero es justo lo que usted dice de ella”.


[Viernes, 29 de Marzo]