Hughes
Abc
Quien después del Mallorca-Real Madrid viera unos minutos del Tottenham-City (DAZN), se llevaría una fuerte impresión. El fútbol español y el fútbol inglés ya no parecen el mismo deporte. La Premier se desarrolla con formas, velocidades y maneras que nada tienen que ver con la española, directa hacia la irrelevancia. No es sólo una cuestión de dinero, la Liga es un espectáculo tedioso, apenas tolerable para niños, que se caracteriza por los escándalos arbitrales, el deterioro del fútbol y la persecución de su mejor jugador, Vinicius, persecución que dejaremos en ‘cultural’, aunque a veces admitiría otro término.
Esos tres elementos coincidieron en Mallorca: Hernández Hernández, el árbitro, permitió un fútbol atroz con 29 faltas locales, constantes interrupciones y un marcaje patibulario a Vinicius, que regatea en un ecosistema hostil: es el jugador del continente que más faltas recibe.
Diez le pitaron en Mallorca, récord, de las muchas que le hicieron. Lo normal sería proteger a este extraordinario deportista, el más valorado de los que aquí juegan; sin embargo, se le ha convertido en problema y objeto de debate. Estamos ante una cuestión compleja: es futbolística, pues mermando a Vinicius se seca al Madrid; es económica, pues una Liga así, preparada para el bandolerismo, daña su activo y pierde proyección; y también cultural, pues revela cierto encanallamiento y una inversión de los valores donde pena lo excelente.
Porque esto ya lo hemos vivido. El fútbol, como pequeña política, se desarrolla en marcos ideológicos que ya fueron tema de batalla cuando Mourinho. El Madrid no podía competir si no los impugnaba. Ese Pep versus Mou disparó el interés de la Liga, pero el ‘antivinicismo’ la convierte en un espectáculo indecoroso de resentimiento estrictamente ibérico: antimadridista, cerril, autonomista... A tal fin, la Liga española ha pasado del dogmático tiquitaca al bilardista ‘pégale, pégale’. El baile de Vini se censura, el ‘pundonor’ de Gavi se exalta. Le han dado la vuelta a la tortilla conceptual. Es decir, haría falta otro Mou. Aquí, humildemente, se avisó en septiembre.