MISMA COSA
Ignacio Ruiz Quintano
“Hagan otros la guerra; tú, Austria feliz, concierta matrimonios.» ¿Qué tal Nicole Kidman?
Vuelve a ser soltera, ha hecho una película en España y, por cierto,
desea vivir en Marruecos. Eso es aculturación. Lo dicen en la medina los
vendedores de chilabas a la hora de regatear: «¡Eh! ¡Amigo!
¡Morocco...! ¡Espagne...! ¡Misma cosa!»
El
regateo es la Bolsa de los pobres y, por supuesto, no hay un vendedor
de chilabas que no goce con el regateo, aunque tampoco más de lo que
suele hacerlo un hispanista. ¿Quién no se ha tropezado con un hispanista
en la medina?
Los hispanistas acostumbran bajar a la medina para comprarse una mezquita-despertador y fumarse un Don Julián en el café de Goytisolo mientras comentan «el último artículo de Juan». En la medina, sin embargo, todos los hispanistas son Antonio:
«¡Antonio! ¡Antonio! ¡Morocco...! ¡Espagne...! ¡Misma cosa!» Y el
Antonio de turno, que no se llama Antonio, pero que es hispanista, pica:
«¡Disculpe, buen hombre! ¿Ha dicho usted Morocco… Espagne...? ¡Válgame
Dios! Suerte tiene de que yo sea hispanista, pues me va a permitir
ayudarlo a poner en orden sus conceptos. Cuando se dice “l’Espagne”, se
dice “le Maroc”, pero cuando se dice “Morocco”, se dice “Spain”. ¿De
acuerdo?» «¡Mil dirhams!», contesta el vendedor de chilabas. Y antes de
que el hispanista advierta que la chilaba le hace tripa, el vendedor de
chilabas ya ha puesto el ojo encima de otro Antonio.
Los
vendedores de chilabas tienen fama de pesados, pero tampoco lo son más
que los hispanistas. Después de todo, vendedores de chilabas e
hispanistas son la misma cosa: profesionales del pintoresquismo. La
pesadez de los primeros en la medina se debe a la falta de publicidad;
la de los segundos en El Escorial, a la sobra de la misma. Y si los
vendedores de chilabas abandonan la medina, no es por carácter
migratorio ni por espíritu aventurero de lectores de Vázquez Figueroa,
como dicen nuestros gobernantes, sino por falta de comida: a cualquier
gobierno le basta con un plato que ofrecer para convertir a un vendedor
de chilabas migratorio en un ciudadano sedentario.
Pero, hoy, los
gobernantes se deben a la clase media, y la clase media, menos gloriosa
que la antigua aristocracia, no es menos injusta. Ya lo decía Castelar: «La clase media, que ha uncido a su carro los reyes, se alza con todo el poder...» Etcétera. Tenemos
una clase media que, como su propia media indica, no es racista, sino
clasista, incluso para la corrupción: «Somos incompatibles con la
corrupción», tiene dicho por ahí ya no sé qué político. «Corrupción» es
una palabra demasiado barroca para la clase media, que prefiere decir
«frescura».
«Pues, anda, que menudo fresco nos ha salido
don Fulano», es el clásico comentario de clase media. El fresco y el
corrupto son la misma cosa, pero, mientras un fresco parece conservar su
condición de caballero, un corrupto huele a pobre que tira para atrás, y
es que, según la clase media, la frescura de un político, como la
corrupción de una perdiz, debe ser exquisita para que sepa bien.
Pensando
en lo de Nicole Kidman, lo que nos distancia de Marruecos no es su
prensa, cuyos columnistas pueden codearse con los nuestros, sino su
clase media, que todavía no existe. Esta carencia lo hace socialmente
terrible, pero culturalmente fascinante: atrae y repele al mismo tiempo.
Por eso Nicole Kidman, que no es precisamente la media de la clase,
sueña con vivir en Marruecos. ¿Qué? ¿Otra víctima del prestigio
romántico de los países del Sur? Tal vez. «Una mezcla de Hollywood y la
Biblia», le parecía Marruecos a Patton. En efecto, ahí está Mogador, con sus monumentos —erectos— a Orson Welles,
sus dromedarios mellizos y sus bañistas en chador. Buen marisco y
mejores deltas de venus navegados a la orilla del mar, viendo pasar al
tiempo. O a Nicole Kidman, claro. ¿Se
figuran a la Kidman en «mobylette», volviendo a casa, con un cordero en
el manillar, al estilo magrebí? Bueno, aquí vamos a ver en octubre a más
de trescientos hispanistas atarazar otros tantos lechazos para arreglar
el español de la clase media, que es el de Valladolid. España... Marruecos... ¡Misma cosa!