sábado, 8 de octubre de 2022

Vida del pintor Bonifacio. Lo que piensan las mujeres IV

 

Bonifacio por Alberto García-Álix

 

BONIFACIO

Turner, 1992

Ignacio Ruiz Quintano

 

VEINTIUNO
Lo que piensan las mujeres IV



Bonifacio es feliz porque ahora, sin mujeres, ha encontrado la paz que representa no tener que esperar, no tener que invitar a almorzar, y sobre todo, no tener quien lo regañe cuando llega tarde a casa porque viene de torear.

“Quiéreme siempre”, se lee en un amuleto mixteco que le sirve de pisapapeles a Bonifacio.

Bonifacio a veces da con esa mujer bebida que se deja caer en sus brazos para que él la devuelva a su silla antes de volver a tenerla entre sus brazos. Claro que Bonifacio se corta poco el pelo, y cada día le parece menos prudente hacerse el Sansón durmiendo confiadamente en el regazo de Dalila. Sea la pasión según Bonifacio, que en su orden mental y estético, concluida la conversión del universo, se sienta a esperar el apocalipsis que ha de sobrevenir en invierno.

Pero absuelto, como cada año, de morir en el invierno que pasó, acepta Bonifacio nuevas cartas de amor: un amor que alterna la dulzura de los epitalamios con la teología de las finezas que, acaso por su cara de cristón desamparado, para él cavila la lejana amante.

De Méjico llega una carta atenagórica que Bonifacio lee con el recogimiento de quien oyera el Sermón del Mandato y que firma Mercedes Iturbe:
 

Tengo el sentimiento de haberte conocido desde antes de nacer, y fue sólo hace diez años, aquel verano de 1981, en Cuenca. Antes de nuestro primer encuentro, Antonio Saura me habló mucho de ti (…) Como recordarás, te visité en tu taller de la calle del Trabuco. Tu habitual timidez, especialmente con las mujeres, no fue obstáculo para tener una larga conversación sobre pintura. Una parte de tus palabras no las comprendía bien. Ese acento y ese modo de expresión tan tuyos fueron en aquel momento casi como un idioma desconocido que con el tiempo y con el amor fui adivinando. Quedé muy impresionada por tu trabajo pictórico, y decidí comprarte una litografía titulada Patatas que habías hecho en París, en el taller de Peter Branmsen
 


Mercedes Iturbe