viernes, 21 de octubre de 2022

Camba al día. La abolición de la aristocracia


  

Julio Camba

Abc

Tant que ça ira, ça ira, ça ira

Les aristos

A la lanterne---

Tant que ça ira, ça ira, ça ira

Les Aristos

On les pendra.

El Gobierno provisional de la República se creaía, sin duda, que un duque era una especie de general con mando; un marqués, algo así como un teniente coronel, et si ceteris. No de otro modo se explica aquel famoso decreto en el que se suspendía a estos señores en sus funciones. Yo estaba a la sazón en Nueva York, donde un amigo vino a verme asombrado.

-Pero ¿es que en España -me preguntó- quedan todavía señores de horca y cuchillo?

-No exactamente -le respondí-. A lo sumo quedaban algunos señores de cuchillo y tenedor; pero la mayoría tenía muy poca cosa que poner bajo estos instrumentos.

-Es increíble -exclamó mi amigo-.  ¿En qué consiste, entonces, la abolición de la aristocracia?

-¡Qué sé yo!... En algo debe consistir, seguramente. El caso es que nosotros hemos hecho una Revolución, y cuando se hace una Revolución, hay que suprimir la aristocracia.

-Pero ¿cómo van ustedes a suprimir la aristocracia, si no tienen aristocracia? ¿No comprende usted que esto es muy difícil?

-¿Y no comprende usted que nos sería mucho más difícil aún el suprimirla si, en efecto, la tuviéramos? ¿No se le ocurre pensar que, a lo mejor, la aristocracia iba y se defendía?

-No lo entiendo -dijo mi amigo.

Por mi parte, yo confieso que tampoco lo entendía: ¿pero qué quieren ustedes? En el extranjero hay que disimular un poco las cosas. Parece mentira que unos hombres tan "cafeteados" como los del Gobierno provisional de la República creyesen que nuestros duques eran todos Albas o Medinacelis, e ignorasen que la inmensa mayoría de ellos tenían que ganarse la vida correteando automóviles, máquinas de escribir o aparatos de radio. O creo que no lo ignoraban; pero, viviendo como vivían en pleno folletín, era igual que si lo ignorasen, y por eso lanzaron aquel famoso decreto, en cuya virtud quedaron arruinadas tantas familias que, si no vivían directamente de sus títulos nobiliarios, vivían, en gran parte, del atractivo que estos títulos ejercían sobre los compradores de automóviles o pianolas, generalmente socialistas.

¡Decreto magnífico, que suprimía lo inexistente! Decreto que cogía a un duque y, ¡zas!, en un dos por tres y con el más perfecto automatismo lo dejaba convertido en un ex duque. ¿Pero qué tiene un ex duque de menos que un duque? Un duque es un hombre que heredó el título de sus antepasados, o que lo recibió directamente del Rey, y un ex duque es un ciudadano que recibió su título del Rey, o lo heredó de sus antepasados, y a quien la República, lejos de quitarle nada, le ha añadido la partícula ex.

-¿Quiere usted decir -me preguntó mi amigo el americano cuando yo le expliqué algo de esto- que los nobles españoles tienen ahora unos títulos más largos y más sonoros que antes?

Y, ¡qué remedio!, me vi obligado a contestarle que tal era, en efecto, la realidad.

[Jueves, 5 de Julio de 1934]