lunes, 10 de octubre de 2022

Feria de Otoño. Fuente Ymbro con Perera, Leal y Lorenzo. Lo sabíamos. Campos & Moore

 

Juan Leal


PEPE CAMPOS


Domingo 9 de octubre de 2022. Cuarta corrida de toros de la Feria de Otoño. Algo más de tres cuartos.

 
Cinco toros de Fuente Ymbro, los tres primeros boyantes, el primero sacó casta, el segundo blandeó, el tercero, con pies y movilidad, el cuarto se lidió lesionado en las extremidades (en el ruedo o con anterioridad), el quinto, flojo. En general mansearon. Tuvieron algo más de alma que los toros corrientes de las ganaderías comerciales. Se contrastó con el sexto, de El Puerto de San Lorenzo, que se dejó, sin molestar y sin acometividad.


Terna: Miguel A. Perera, marfil y oro, ovación tras aviso y silencio. Juan Leal, verde oliva y oro, ovación tras aviso y silencio. Álvaro Lorenzo, gris azulado y oro, ovación y silencio
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Sabíamos a lo que íbamos. Que nadie se lleve a engaño (todo el que vive por dentro, por dentro se va matando). Casi todo aficionado que acudió a Las Ventas ayer domingo podía haber barruntado lo que iba a ocurrir, un despliegue en toda regla de faenas de muchos pases y poco toreo. Pases y tedio. ¿Por qué lo sabíamos? Por el concepto taurómaco de los matadores de toros anunciados. Miguel A. Perera, adalid de faenas largas al límite de la ventaja. Juan Leal, representante del arrimón. Álvaro Lorenzo, por sus lejanías y pico. A pesar de estos avales, por haberles presenciado en muchas ocasiones, los aficionados fueron a verles a la plaza, compraron su entrada y aguantaron más de dos horas, en el tendido, gradas y andanadas, lidias anodinas y conformistas. Quiere decirse que nadie puede quejarse por el aburrimiento padecido y por haber soportado pases iguales, de siempre lo mismo.


Cierto es que también estaban anunciados toros de la ganadería de Fuente Ymbro. Y pudo haberse producido una corrida brava, encastada y con poder. Pero lo que vimos en realidad fue una función, dividida en dos partes, aceptable en sus primeros tres toros y endeble en lo restante. Este año de 2022 se han lidiado en Las Ventas cerca de medio centenar de reses de la ganadería de Fuente Ymbro, un verdadero récord (al estilo de los que establece Messi). Tal vez, no había sucedido con anterioridad que una misma ganadería lidiara tanto en Madrid durante la misma temporada y, en cierto modo, además, con buenos resultados. Aquí pudo estar el motivo que justificaba asistir a la corrida ayer. Si bien existía la sospecha de que en algún momento la racha exitosa de Fuente Ymbro podía cesar. No fue la cosa del todo, en esta dirección, pues los tres primeros toros se prestaron a que los matadores triunfaran. Y si no lo hicieron, seguramente, fue por su empleo de la sempiterna neo-tauromaquia imperante que tiene acogotados a los toreros y baldados a los aficionados.


¿En qué consiste esa neo-tauromaquia o neo-toreo? Muy fácil. Muchos de los aficionados lo saben, y lo rechazan. Pero ante esa plaga conceptual sólo queda el desagrado, la censura y un intento por explicar que los cánones del arte de los toros pasa por lo contrario a torear despegado del toro, por no retrasar la pierna de salida en los lances, por no abusar del pico al conducir al toro con los engaños para desplazarle más allá del terreno donde se liga el pase con emoción. Sabemos que lo contrario y canónico sería llevar al toro con temple y con mando (salvando la dificultad de la correcta colocación de la pierna que carga) a la correspondiente jurisdicción y a una adecuada distancia para engancharle, después, con ajuste y verdad, para meter al astado en el centro del capote o de la muleta y rematar el pase (de muleta) detrás de la cadera. En fin, todo eso que sabemos que podía suceder y que, por desgracia, sucedió con tanto destoreo observado, y que no sucedió por no darse el verdadero toreo. Lo sabíamos y fuimos.


Miguel A. Perera, en su sencillo primero, inició la faena de muleta a pies juntos con ayudados por alto. Le planteó cuatro tandas por la derecha y dos por la izquierda, el toro fue por los dos pitones. Mano baja, pero despegado y con la pierna retrasada. Todo muy igual. Le hizo una faena para cualquier plaza en una tarde cualquiera. Fue ahogando al astado hasta llegar al arrimón. Lo mató en la suerte contraria, de una estocada casi entera y baja, tras un aviso. Con el cuarto, un burel abierto de cuerna, flojo y descoordinado, que no fue casi picado pero que en segunda entrada nos ilustró con la «caída de zapatilla» al despedir violentamente al picador de su cabalgadura; con ese astado pocos pases pudo dar Perera pues la invalidez del animal lo descartó. Mató en la suerte natural de bajonazo y un descabello.


Juan Leal, ante el flojo y boyante segundo toro de la tarde, inició la faena de muleta también como Perera en el primero a pies juntos y por alto. Le aplicó cuatro tandas por la derecha y dos por la izquierda. Toreó por fuera y despegado. El toro fue a menos y el torero fue retrasando la muleta en sus cites hasta llegar al consabido, en su tauromaquia, «arrimarse». Mató en la suerte contraria cobrando un volapié, tras un pinchazo. En el quinto, también dio varias tandas, circulares por la espalda incluidos, ahogos y atracones. El astado le punteó y enganchó la muleta, cabeceó, tiró gañafones y tarascadas al defenderse. Leal toreó por fuera en la distancia pero se sentía a gusto en las cercanías. Mató en la suerte contraria de media baja y un descabello.


Álvaro Lorenzo, ante el mejor toro de la tarde, boyante y franco, que como muchos de sus hermanos no hizo pelea destacable en varas, comenzó la faena de muleta por bajo con dos estimables y celebrados pases. Una vez en el curso del desarrollo de las tandas por los dos pintones desplegó toda una lección de neotoreo, despegado, por fuera, hacia fuera y pierna retrasada. El toro iba largo y se mantuvo fijo en la muleta. Lorenzo en lo fundamental tiró de repertorio y se mostró conformista. Puso empeño en lucir en los remates y en los pases de pecho. Mató a este toro en la suerte contraria de estocada baja fea, tras pinchazo bajo. Con el último astado, de El Puerto de San Lorenzo, un toro más tontorrón, que no molestaba nada al torero, mínima y apreciable diferencia con los de Fuente Ymbro, Lorenzo propinó varias tandas. El destoreo surgió y se desarrolló. Quiso matar en la suerte contraria y tras dos pinchazos el toro se echa y fue apuntillado. Un final preocupante.
Sabíamos a lo que íbamos. Y mi amigo José Ramón Márquez lo sabía, por eso lo de irse a Centroeuropa a pasárselo pipa.

 



ANDREW MOORE

 





Lo de Perera

 

 


Lo de Leal

 



Lo de Lorenzo

 


FIN