sábado, 8 de octubre de 2022

Feria de Otoño. Toros de El Pilar. Urdiales, Ortega y Aguado. Ruina. Campos & Moore

 

Un pilarín


PEPE CAMPOS


Viernes 7 de octubre de 2022. Las Ventas. Segunda corrida de la Feria de Otoño. Algo más de tres cuartos. Un minuto de silencio en memoria del matador de toros Luis Alfonso Garcés fallecido en la madrugada del viernes.


Seis toros de El Pilar, procedencia Aldeanueva, encaste Domecq. En general bien presentados, el primero con llamativa cuerna, el tercero alto de agujas, el quinto largo. Todos flojos, la mayoría inválidos. Este aspecto condicionó el espectáculo.


Terna: Diego Urdiales, verde oliva y oro, silencio y silencio. Juan Ortega, verde oliva y oro, silencio tras aviso y vuelta al ruedo. Pablo Aguado, azul plomo y oro, ovación y silencio tras aviso
.



Vuelvo a imaginar a José Ramón Márquez, en su exilio vacacional centroeuropeo, bebiendo vino blanco del Rhin, fresco y ligero, con sus cubitos de hielo en la copa. Decididamente me adelanto a pensar que el refrigerio se ha producido así, exista o no el dichoso cambio climático. Mientras, nosotros, los aficionados a los toros de Madrid que asistimos a la Feria de Otoño en Las Ventas, con clima soleado, nos hemos visto «abocados» a una nueva sesión de toros flojos e inválidos. Es la tónica actual de la fiesta de los toros. De lo ocurrido ayer en la corrida de toros madrileña, vuelvo a comunicarle a José Ramón que no se ha perdido nada esencialmente especial, a no ser esa torería innata de Juan Ortega exhibida en ciertos episodios de sus lidias.


En los toros ponerse de acuerdo es imposible. Creo que es una de las peculiaridades más atractivas de este mundo variopinto taurino. Pero una cosa es no ponerse de acuerdo en opiniones o pareceres y otra muy distinta tener que comulgar con los criterios que los gestores de la fiesta de los toros quieren imponer, desde hace tiempo. Y una cuestión que se quiere implantar desde el poder establecido en lo taurino es el toro bobalicón, el toro tontorrón, el toro borrego. Luis Bollaín lo llamó perritoro (el máximo de suavización factible). Anteriormente, cuando no era frecuente ese comportamiento, se le había denominado chochón.

 
Ahora, hoy, a la altura de la segunda década del siglo XXI, no sabríamos cómo denominar al toro que con frecuencia se lidia tarde tras tarde, porque la realidad supera a la ficción, pues nos encontramos ante un animal disminuido, que no puede, que no tiene vida, que le falta el espíritu de la animalidad, de la lucha, de la fiereza. En fin, podemos ver en el toro que se lidia actualmente (de un gran número de ganaderías, no digamos si son de procedencia Domecq), un astado blandengue (palabra de moda en la sociedad). Ni bravo, ni manso, como decíamos ayer respecto a los novillos lidiados el jueves. Ni encastado, ni descastado, ni pronto, ni tardo. Sin acometividad en la embestida. ¿Puede ser un toro deprimido? ¿O incluso reflexivo, que se presta al paripé de la representación taurómaca? Toda una línea de investigación psicológica se abre para los veterinarios y para los amantes y estudiosos del ser, del haber y del existir.


Mi amigo José Carlos de Torres me ha comentado numerosas veces que los ganaderos, al servicio de los toreros y sus administradores, quieren conseguir un toro noble desrazado. Él ha estudiado el tema. Y esto explica, bastante, ciertas cosas. Es decir, se busca, en la selección que se produce en las tientas, un cornúpeta dócil, colaborador, toreable (toreabilidad, durabilidad), que se deje dar pases, a troche y a moche, sin ton ni son. Es un bóvido que durante la lidia da la impresión de estar claudicando, pero que sigue impertérrito en el puesto del ficticio combate entre matador y toro bravo. Viene a ser un burel que da la impresión de padecer descomposición orgánica inasumible para el toreo. ¿Qué hacen entonces los toreros enfrentándose a este tipo de ganado bravo? Creo que no les ayuda en nada a crear una leyenda y una mitología personal. Por eso hoy dicen menos los toreros.


Diego Urdiales, es un torero que sabe torear. Lo ha demostrado en más de una ocasión. Ayer ante su primer toro (que no podía con su alma), ante ninguna posible emoción, pues el astado se caía, exhibió, desde mi modesta opinión, precauciones. Lo mejor, cómo sacó a ese toro al tercio con suavidad. Lo peor, las lejanías. Mató en la suerte natural, cobrando una estocada delantera y atravesada. Ante el cuarto toro, inválido, precauciones por parte del torero y caídas en el cometido de la res. Mató en la suerte contraria, de estocada baja y atravesada.


Juan Ortega, recibió al segundo toro de la tarde con verónicas muy celebradas, entre las que destacó por excelente una de ellas. En el inicio de faena, por bajo, dio un muletazo rodilla en tierra monumental, dentro de pases en los que primó la cadencia. La invalidez de su enemigo le impidió todo lucimiento posible. Mató de una estocada delantera, tras dos pinchazos. Se amontonó algo en esta suerte. Al quinto toro, inválido que metía la cara, le planteó un toreo exquisito, con mucho temple. Para el recuerdo pronto y efímero un ayudado por bajo con la pierna flexionada, muy caro. Sobresale Juan Ortega en el trazo firme de sus muletazos. Sería bueno verle ante toros como los de Adolfo Martín del domingo pasado. ¿Por qué no? Mató en la suerte contraria de estocada delantera y desprendida.


Pablo Aguado, recibió a su primer toro con verónicas mecidas ganando terreno, sin imprimir ajuste, con suavidad, cerrando los lances con una buena media. Este astado fue el de mejor juego de la corrida. Tuvo más pies aunque mantenía la cara alta en los remates. Aguado comenzó su faena por bajo ganando terreno al astado. La cosa prometía. Pero cierta colocación de perfil fue haciendo que aquello no funcionara por querer acompañar más que mandar en el toreo. Mató en la suerte natural de media baja y atravesada. Ante el sexto, un burel insulso, flojo e inválido, estuvo algo desdibujado. Le mató de un pinchazo hondo atravesado, tras otro pinchazo caído, y dos descabellos.


El título de la crónica «ruina» viene a resumir un estado de las cosas donde los toros que se lidian son material de ruina y a exponer que los matadores actuales se conforman con anunciarse ante tales mimbres ruinosos.



Juan Ortega


ANDREW MOORE



 

 

Lo de Diego Urdiales



 

Lo de Juan Ortega





Lo de Pablo Aguado





 

FIN