Paciencia. Cartuja de Miraflores
Pau Torres. El hijo más querido
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Nos enseñaron, ¡qué cosas se enseñaban en los 60 y 70!, que contra el pecado de la ira había que contraponer la paciencia. Poco a poco fuimos traduciendo ira por precipitación, euforia y desequilibrios varios, pero cuando ayer al señor Marciniak no le quedó más remedio que pitar en el Juventus Stadium un penalty que vio, pero al que quiso disfrazar de juego viril, comprendimos el refrán del abuelo salido de los catecismos: "...la paciencia es la madre de la ciencia".
La paciencia que lleva enseñando Emery estos años atrás es de difícil digestión en el fútbol profesional, donde todo son urgencias y resultados. La paciencia de Emery no vale para el Barça o el Madrid, un poner, ni valió para el PSG o el Valencia, dos clubes separados por muchas cosas, pero con públicos de exigencia tan pareja como a veces insensata. La paciencia que predica Emery sería a propósito con el Athletic o la Real, donde supongo algún día entrenará y es ideal con este Villarreal, no olvidemos que es un pueblo, al que está enseñando a competir con las mejores capitales del mundo: Londres, Madrid, Munich, Lisboa...
Saben ustedes que los comentarios que pongo sobre cómo veo el fútbol no son objetivos y tampoco lo pretendo. Tengo especial inclinación por Emery y su acompañamiento como en Salmonetes... lo he ido refrescando a la menor oportunidad. Reconozco que anoche en Turín salvó la eliminatoria Rulli, un portero que ha hecho perder puntos insospechados en la Liga, y que ante Vlahovic y Morata le salió el día milagroso; como Estupiñán e incluso Pau Torres, el más querido del equipo, que también han padecido sus particulares naufragios en la temporada. Anoche Estupiñán pareció Juninho, aquel lateral brasileño, y Torres estuvo en plan imperial, con la paciencia de los seguros centrales alemanes, tal que el Hummels de sus mejores días. ¡La paciencia! ¡Que gran cosa la paciencia!
Llegaba el balón a Rulli y éste se paraba esperando un acoso juventino que no se producía. Maximiliano Allegri tenía miedo a que su equipo se descolocara, y mayor preocupación con Danjouma que Emery con Vlahovic, ¡qué buenos son los dos!, pero así como el míster italiano pecó, creo yo, de suficiencia, Unay se vistió de esa paciencia que es necesaria para competir a estos niveles pensando en un "ya llegará la ocasión" que tantas veces repite a quien quiera escucharle. Con el partido maduro sacó a Gerard Moreno, un tío que es tan buen futbolista porque es muy inteligente, y el último cuarto de hora, cuando se deben resolver los partidos verdaderamente disputados, fue de un color amarillo cegador. Ni qué decir tiene que tras los distópicos días que tanto arrugan el ánimo se me alegró el cuerpo y me acordé de José Manuel Llaneza, a quien tanto admiro y respeto, factótum de lo que es el Villarreal hoy, todo un ejemplo para las gentes que en el mundo hay de carácter sensato y paciente y al que deseo se recupere, ¡por Dios!, para que disfrute durante tiempo lo que él ha creado. Congratulaciones -este palabro ya no se usa ¿no?- también para Pablo Villa, el gladiador de El Arcángel, fiel acompañante de Unay, un señor que siempre tiene palabras de agradecimiento hacia los demás.
¿Y ahora a quién quiere para cuartos Emery? Creo que Don José Manuel LLaneza ha dicho que el Benfica no, que el Benfica para la final. El Benfica en cuartos para el Madrid o el Bayern.