Abc
Bertrand Russell recibió de la naturaleza un talento desaprovechado y se reía de todo con una risa como de pájaro carpintero. Se mosqueaba con la gente que empleaba mal el idioma, comenzando por los periodistas, que ignoran el significado de la palabra dinamismo.
–Espero que los periodistas del futuro, al hablar de una “personalidad dinámica”, querrán indicar una persona que hace el menor esfuerzo en un momento dado, sin pensar en las consecuencias.
Dinámico no es Vinicius. Dinámico es Hazard, razón por la cual lleva una temporada (comenzó en agosto y estamos ya en enero) que aún no ha dado palo al agua.
–Los cuerpos abandonados a sí mismos hacen su camino tan lentamente como pueden –es la ley de la pereza cósmica formulada por Russell, que mete en una frase lo que Paul Lafargue, el yerno de Marx, no supo meter en su panfleto sobre el derecho a la pereza.
¿Será Hazard lector de Lafargue?
No lo sabemos. Lo que sabemos es que de Zidane sólo recibe una instrucción: “Sé feliz”. ¿Es feliz Hazard en Madrid? Primero fue Obi Mikel, para quien Hazardes el jugador “más vago” con el que ha entrenado: “Cuando estábamos entrenando, él nos esperaba ahí parado hasta que acabáramos”. Y ahora ha sido Filipe Luis, a quien aún le dura el asombro que le produjo en el Chelsea el carácter de Hazard: “Eden jugaba al ‘Mario Kart’ en el vestuario. El preparador físico decía ‘diez minutos y salimos a calentar’, y él no estaba ni cambiado y seguía jugando”:
–¡Tranquilos, vosotros dadme el balón, no hay problema!
Quizás Filipe Luis no se dé cuenta, pero nos está hablando de otro Mágico González, aquel genio salvadoreño que, de visitante con el Cádiz en el Calderón, se quedó dormido en la camilla del vestuario durante la charla que el míster daba en el descanso.
–Cuando estoy de vacaciones, estoy de vacaciones –fue la explicación que dio Hazard de sus lorzas en la “rentrée” de agosto. Hay que tener mucha personalidad para fichar como estrella por el Real Madrid y presentarse con el físico de un cuñado navideño.
Esta pereza inmortal de Hazard se codea literariamente con la dejadez mitológica de Fedra, que, hastiada del desamor de Hipólito, se pasaba las horas tendida al pie de un mirto, pinchándolo hojita por hojita con un alfiler de oro. Pemán la sacaba a colación para ponderar la sabia pereza andaluza, resumida en un verso por el modernista canario Tomás Morales: “Desidia mora y arrogancia hispana”.
Pemán comenta una escena de la vendimia como si fuera un rondo de Zidane: “Llega una cuadrilla de viñadores, dejan las azadas en el suelo. Pausa. Una pregunta: ‘¿Un traguito?’ Otro responde: ‘Güeno está.’ Y el cántaro panzudo y rezumante pasa de mano en mano con una lentitud solemne y ritual”.
¡El balón panzudo y rezumante que pide Hazard! ¿Es la pereza de Hazard el mejor ejemplo para la juventud brasileña del Bernabéu?
–Vini, tienes que hacer ejercicios –le dijo el preparador físico, Grégory Dupont, El Científico, a Vinicius tras el partido en Getafe.
–Yo no lo veo mucho… –contestó Vinicius, marcándose un fantástico Hazard.
Hazard ha venido a cortarle el vuelo (o el “voletío”, para ser más precisos) a Vinicius, el torero sin “espá” (en Getafe, otra vez), y, sin embargo, no nos da pereza Hazard. Pereza nos da Isco (“hola, me llamo Isco y doy vueltas sobre mí mismo”, nos lo presentó Hughes un día), cuyo “perecismo” profesional incluso pasa subirse a la báscula carece de creatividad. No es Romario, que llegaba de la juerga al partido con la comprensión de otro genio, Cruyff, su entrenador: “Mientras haga goles…”
Debemos fijarnos también en esa pereza generacional representada por jugadores como Javi Poves, que dejó el fútbol en Gijón porque le aburría el dinero (“En vez de tanto 15-M y tanta h..., lo que hay que hacer es ir a los bancos y quemarlos, cortar cabezas. Así de claro. La suerte de esta parte del mundo es la desgracia del resto”), o Kevin-Prince Boateng, ex jugador del Barcelona, que ha dicho a “Bild” una cosa tremenda: “El dinero es una maldición, el fútbol ya no me divierte”. Únase esto a lo declarado este verano por Sergio Ramos, que él querría jugar en el Real Madrid gratis, y a lo mejor la solución del fútbol pasa por poner a los futbolistas sueldo de mileuristas.
Y el Barça ¿qué? ¿Otra vez campeón de Invierno?
Si hoy es martes esto es Bégica. Ése fue el título (lo mejor) de una película en que aparece Ian McShane, el soberbio Al Swearengen de “Deadwood”. Ahora que los belgas no caen bien en España (“El belga es ese ilustre pardillo con el que nadie quiere viajar”, tuitearon el otro día), el Madrid tiene dos. De Hazard ya hemos dicho sus cosas. Y de Courtois, las mismas viudas de Keylor que lo pusieron a los pies de los piperos en el Bernabéu, ahora alaban y no paran sus virtudes. “¡Courtois sin haters!”, se sorprenden, como si los haters le hubieran caído de Marte a este hombre mezcla de Epi (el de Blas) y De Gaulle que ya se ha convertido en Zamora.