El despellejamiento de Sisamnes
Gérard David
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Bertrand Russell aconsejaba leer a Herodoto porque le parecía una mezcla del “Hola” y “El Caso”, llena de anécdotas divertidas, como la del rey vano Candaules, que buscaba mirones para su esposa, o la del juez corrupto Sisamnes, que dictó, sobornado, una sentencia injusta y fue despellejado vivo por el rey de los persas Cambises, quien ordenó usar su piel para tapizar la silla del juez, donde colocó al hijo de Sisamnes.
–Pregúntese algún día cuántas pieles revisten su butaca. La vida normal de un juez instructor es de cinco años. Después le aguarda el final de un perro.
Eso dice un personaje de Dombrovski en “La facultad de las cosas
inútiles”, que en la Urss, como aquí, es el Derecho. El que por una
mentira legitimada o por una verdad de convención te endilgaran una pena
a la que no sobrevivirías, eso era en esencia la legalidad soviética.
–El camarada Vishinski llegó y lo puso todo en orden. No tengan miedo
del Derecho, dijo, nos llevaremos bien con él. Lo amputaremos sólo un
poco. Y así lo hizo, con la satisfacción general. Mientras tanto, los
profesores lanzaban el eslogan “Abajo el Derecho” desde sus cátedras
universitarias. ¡Y qué profesores! ¡Faros! ¡Pensadores! ¡El cerebro y la
conciencia de la intelectualidad revolucionaria! Así decían: ¡El
Derecho es una de las cadenas con las que la burguesía esclavizó al
proletariado! Pero nosotros los liberaremos de ese peso. Y lo hicieron.
Sin salirnos de Dombrovski, “todo hombre es abyección”, dijo Gógol, y
es verdad. “¿Ha visto a esos tipos que recogen perros en la ciudad?
Llenan una carreta y se los llevan. Cada vez que da con un bache, los
pobres animales caen unos encima de otros. ¡Se muerden, vuelan los
mechones de pelo! Y la cerreta sigue circulando, los llevan al matadero.
Allí los despellejan con tenazas de hierro. Nosotros también actuamos
así…”.