miércoles, 18 de diciembre de 2019

Esperar

Bergson


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Con Iceta haciendo de oso que ramonea en el madroño nacional las bayas autonómicas, resulta que a nuestros expertos les da ahora por fijarse en los ingleses y esperar a que caiga Escocia en venganza de que en lo del Brexit no ha salido lo que ellos decían.

    –Todos los referéndums los carga el diablo –dice la jurista Villacís, vicealcaldesa de Madrid, que vive en vilo por el populismo (“¡Puede ser populista hasta alguien de centro!”).

    La democracia divide a los pueblos y los referéndums los carga el diablo. Es nuestra cultura política, que viene de lejos.
    
Ahora se habla de la democracia –contaba Franco a unos periodistas mexicanos en la posguerra–, pero nosotros ya la conocimos. Fue antes de la invasión francesa y de las Cortes de Cádiz. Y aquí no dio resultado. Cuando otros van hacia la democracia, nosotros ya estamos de vuelta. Pero estamos dispuestos a sentarnos en la meta para esperar a que regresen.
    
Cuando los ingleses se queden sin Inglaterra, ya volverán a lo nuestro: a Iceta y el Estadillo de Partidejos. Pero ¿y Gibraltar?
    
Gibraltar fue la grande promesa de Felipe & Guerra en el balcón del Palace, cuando aquella fiesta entre cuyos invitados eximios figuraba Pablo Escobar. Gibraltar era un punto de exilio, si los milicianos de Sánchez se pusieran farrucos. ¿Cometería Boris Johnson la humorada de devolvérnoslo?
    
El hecho de que los conservadores vayan de vez en cuando a España, le den palmadas en el hombro a Carrero y visiten las bodegas de Jerez no anula un hecho fundamental: ellos no devolverán Gibraltar… ¡jamás!... a nadie. A la España histórica las guarradas se las han hecho siempre estos ingleses “de derechas”.
    
Eso decía en los 60 Felipe Mellizo, el muy ingenioso corresponsal de “Pueblo” en Londres, en divertidísima carta a Emilio Romero, un gallo que presumía de saber hacer lo que señaló Bergson para otra cosa:
    
Hay que esperar siempre a que se deshaga el azúcar.
    
Que es en lo que, sin leer a Bergson, están Sánchez y sus secesionistas.