Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Scorsese, más que un cineasta, es una cinematografía que en “El irlandés” despide al toro de la mafia con una verónica y media eternas, y no por las tres horas y media de la sesión.
No es la mafia; es el poder, más fuerte que la bondad, la maldad o la neutralidad del hombre, según el “Diálogo sobre el poder y el acceso al poderoso” de Schmitt, que es, con Hobbes, el pensador que mejor ha comprendido la esencia del poder humano.
–¿Sois felices? / ¡Somos poderosos! –es el hurra de lord Byron que encabeza aquel “Diálogo”.
La esencia del poder se halla en la “relación hobbiana de peligrosidad”, definida por el propio Hobbes: para los hombres por quienes se cree amenazado, el hombre es más peligroso que cualquier animal.
Hobbes, dicho para los nuevos, construye su Leviatán así: la debilidad genera peligro; el peligro, temor; el temor, deseo de seguridad; y el deseo de seguridad, la necesidad de un aparato de protección. Para Schmitt, la relación entre protección y obediencia es la única explicación para el poder:
–Quien no tiene poder para proteger a alguien tampoco tiene el derecho de exigirle obediencia.
Pero a quien no tiene poder le diría: “No creas que eres bueno tan sólo porque no tienes poder”. Porque quien carece de poder se siente como la oveja hasta que a su vez llega a tener poder y entonces asume el papel del lobo.
–Cuanto más concentrado esté el poder, más se agudiza el problema del pasaje y la cuestión del acceso a la cima. Más violenta, acérrima y sorda se vuelve también la lucha entre quienes ocupan la antesala y controlan el pasaje.
Pone el ejemplo de Schiller, que capta la esencia del poder en su “Don Carlos”, que gira sobre la pregunta “¿Quién tiene acceso a Felipe II?” En el tercer acto ordena el Rey: “¡En adelante, el caballero (marqués de Posa) podrá ingresar sin ser anunciado!” Y el confesor, Domingo, le dice al duque de Alba: “Nuestro tiempo ha pasado”.
Y estas cosas son las que uno va leyendo como en silabario en “El irlandés”.