Hughes
Abc
El Bernabéu rozó el lleno. No fue como cuando Cristiano, pero el acto resultó un éxito con la ritual grandilocuencia de siempre. Como una comunión de la secta Moon, aunque Florentino no dijera lo de «nacido para jugar en el Madrid», sustituido con los años por «cumples tu sueño». Los Hazard (que son todos iguales) lo miraban todo como aquellos amigos de Illarramendi.
Hazard se pronuncia con la hache francesa, pero lo someteremos a la implacable fonética española («Joder Jazar»); también hemos de dar por segura una portada que diga «En el Jardín del Edén». En estas cosas se piensa mientras se presenta un fichaje así.
Eden Hazard viene a España a hacer algo que salvo Vinicius no hace nadie en el Madrid: irse del rival. A la altura en la que casi todos tienen rodillas, ligamentos o tendones, él hace explotar la masa muscular de su gran culo. Si coincide con Isco puede ser como el videoclip que grabaron Jennifer López e Iggy Azalea. Tiene el tren inferior de una gimnasta rusa y regatea con cara de saborear un buen vino.
El Madrid llevaba años sin hacer un fichaje así, desde Bale en 2013, y había ya una incómoda sensación de modestia en sus veranos. De los diez fichajes más caros de la historia, cuatro son españoles, dos del Barça, aunque esta lista cambiará estos meses. Barcelona y Madrid son algo parecido a clubes-nación, pero compiten con los clubes-Estado y su dinero infinito.
El precio de Hazard supera a Bale y Ronaldo (segunda venida del Florentinismo) y a Zidane y Figo (primera venida). Lejos quedan los 35 millones de euros que Lorenzo Sanz pagó por Anelka en lo que calificó de «una locura maravillosa». Sanz vislumbraba algo, pero no lo terminaba de formular. Eso lo explicó después Florentino y lo llamó «La Ilusión», que ahora está más o menos en los 100 millones de euros. Por menos, el aficionado no mueve una ceja, no se pone a fantasear. Esto de «La Ilusión» es un concepto casi político, macroeconómico. Es lo que pone la máquina a funcionar.
El Madrid moderno no se ha caracterizado por un fútbol concreto, no abandera una causa táctica. Lo característico ha sido esta ilusión. De la que, por supuesto, se vive